Heidi Grant Halvorson, autora de Succeed: How We Can Reach Our Goals (Ten éxito: Cómo podemos alcanzar nuestras metas), es psicóloga social, consultora educativa y profesora de psicología en la Universidad Lehigh.
(CNN) – No me importa lo que digan las canciones o lo que las comedias románticas te quieren hacer creer: una de las mejores cosas de estar casado es no tener que enamorarte otra vez.
Amar a alguien es genial, y lo recomiendo ampliamente. Pero enamorarse hace que la gente inteligente y con respeto personal se vuelva, y actúe, de forma ridícula. Es imposible recordar sin cierta vergüenza esos años de conseguir pareja y salir en citas, y sin que pase por tu mente un “¿en qué estaba pensando?”
Ya sea encontrando pretextos patéticos para volver a llamarlo cuando no te regresa la llamada de inmediato, o buscar encontrarla en su oficina “por accidente”, no conozco a nadie a quien no le haya pasado: todos nos deschavetamos un poco por el nuevo amor.
Muchas veces salía con mis amigas y hablaba y hablaba para convencerlas (y convencerme) de que el hombre con el que estaba saliendo realmente me iba a conquistar y me daría toda la atención que yo tanto merecía.
Él tendría que cazarme a mí, porque yo era demasiado dueña de mi tiempo y poderosa como para rebajarme y buscarlo. Entonces me iba a esconder al baño para revisar si tenía algún mensaje suyo… por vigésima ocasión.
El hecho es que no puedes ponerte un freno para dejar de querer hacer cosas absurdas cuando te ves atrapado en un nuevo amor, o en un viejo amor, también. Ocurre lo mismo cuando no puedes quitarte las ganas de otro pedazo de pastel o un cigarro, o un Martini, o cualquier otra cosa que te sea tentadora.
Pero con un poco de ayuda, puedes dejar de hacer las cosas que te hacen ver y sentir como un idiota.
Puedes dejar de revisar tu correo y tu buzón de forma compulsiva. Puedes dejar de escribir mensajes de texto y de acosarlo por Facebook. Puedes dejar de googlear su nombre una y otra vez. Puedes dejar de pensar de forma prematura cómo será su boda, y qué nombres elegirás para tus hijos. Y en la segunda cita, cuando te preguntes si ya se enamoró de ti, puedes no preguntártelo.
Puedes dejar de lado tus deseos, y empezar a contar con tu amigo inconstante, la voluntad, para que te asesore cuando sientas que tus impulsos son la receta para el desastre.
Ya verás que la respuesta está en la planeación y en la acción. Con un enfoque más estratégico podrás ponerle fin a la estupidez, a pesar del deseo.
La forma más efectiva de hacerlo es con una planeación si-entonces.
Si: Estoy en mi teléfono leyendo el mismo mensaje de texto por décima vez en la mañana, y me pregunto qué significa…
Entonces: Dejaré mi teléfono en mi cajón del buró.
Si: Quiero llamarle aunque me dijo claramente que no quería que volviera a llamar…
Entonces: Me haré a un lado y llamaré a uno de mis mejores amigos.
Docenas y docenas de estudios científicos que hablan de todo, desde dietas y ejercicio hasta reducir los gastos y dejar de fumar, han mostrado que decidir de forma anticipada cómo vas a manejar la tentación cuando ésta te ataque, puede duplicar o triplicar las posibilidades de éxito.
Toma en cuenta que parte del plan consiste en decidir lo que harás en vez de actuar de forma impulsiva, y cumplirlo. Frecuentemente, cuando intentamos terminar con un mal hábito, nos concentramos sólo en las acciones en las que no queremos participar, y no pensamos más allá de eso. Pero los estudios han mostrado que concentrarnos sólo en lo que no haremos suele crear un efecto de rebote.
En otras palabras, terminamos adoptando incluso más ese comportamiento prohibido que antes. Monitorear constantemente un pensamiento lo vuelve más activo en tu cabeza: planear no adoptar un mal hábito puede hacer que se fortalezca, no que se detenga.
Entonces, cuando te domine el deseo de crear la actualización perfecta de tu estado de Facebook, llena de mensajes subliminales y expectativas, o cuando quieras dejar ese mensaje que diga: “no estoy seguro de que hayas recibido mi último mensaje”, debes adoptar un comportamiento más productivo y menos aterrador.
Recuerdo que en una ocasión mi madre me dio un gran consejo sobre un novio con el que me estaba obsesionando: “cuando sientas ganas de llamarlo… llámame a mí”. No tienes que llamar a tu madre cuando el amor te esté arruinando la cabeza, pero tener un plan para evitarlo es la clave.
No concentres tus esfuerzos en intentar NO hacer algo. Esfuérzate en hacer algo distinto a pesar de tus deseos. Tómate un momento para decidir, de forma anticipada, cómo manejarás tu inevitable caso del Cupido estúpido.
Esto podría marcar una gran diferencia.
//mexico.cnn.com/
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