Los investigadores en el Sistema de Salud de la Universidad de Michigan han descubierto un posible vínculo entre las variaciones genéticas relacionadas con el alcoholismo, el comportamiento compulsivo y una región del cerebro involucrada con los apetitos y la ansiedad.
Los resultados, que se publican en Internet el 12 de abril en la revista Molecular Psychiatry indican que las variaciones en el gen GABRA2 contribuyen al riesgo de alcoholismo porque influyen en los comportamientos impulsivos, al menos en parte, mediante una porción de la corteza cerebral conocida como ínsula, dijo Margit Burmeiser, profesora investigadora en el Instituto de Neurociencia Molecular y de Conducta de la UM.
“Los científicos a menudo encuentran asociaciones estadísticas entre conductas y varios genes, pero el mecanismo que opera en esos casos sigue siendo poco conocido”, dijo Burmeister. “En este caso hemos dado algunos pasos hacia la explicación de cómo algunos factores genéticos de riesgo específico influyen el comportamiento y el cerebro”.
Las personas en momentos de tensión o dificultades y que tienen asimismo la variante genética de riesgo tienden a actuar de manera impulsiva, un comportamiento que puede conducir al desarrollo de problemas con el alcohol, indicó la autora principal Sandra Villafuerte, una investigadora en el Instituto de Neurociencia Molecular y de la Conducta, y del Departamento de Psiquiatría.
“El desarrollo de una comprensión más profunda de los varios factores genéticos y ambientales involucrados en los comportamientos riesgosos pueden orientar los esfuerzos de prevención y tratamiento en el futuro”, añadió Villafuerte.
El estudio incluyó a 449 personas provenientes de 173 familias, de las cuales 129 tenían al menos un miembro diagnosticado con dependencia o abuso del alcohol. Las personas con ciertas variantes en el gene GABRA2 resultaron más propensas a mostrar síntomas de dependencia del alcohol y niveles más altos de impulsividad en sus respuestas a la tensión o las dificultades, según encontró el estudio. También se hallaron asociaciones más fuertes en las mujeres que en los hombres.
“Esto no sorprenderá a un investigador del alcoholismo”, dijo Burmeister. “Hombres y mujeres tienden a tener diferentes sendas hacia el alcoholismo. El beber para aliviar la ansiedad y la tensión se ve más entre las mujeres”.
Las investigadoras también usaron imagen funcional por resonancia magnética (fMRI por su sigla en inglés) para observar los cambios en los flujos de sangre al cerero de 44 adultos jóvenes, provenientes de esas familias, mientras desempeñaban una tarea en la cual anticipaban que ganarían o perderían dinero.
“Las neuroimágenes nos permitieron ver, por primera vez, cómo estas variantes genéticas crean diferencias en la forma en que el cerebro responde a ciertas situaciones”, dijo Mary M. Heitzeg, profesora investigadora asistente en el Departamento de Psiquiatría de la UM, y en el Centro de Investigación de Adicciones en la UM.
El gen GABRA2 y el alcoholismo
Las investigadoras descubrieron que las personas con una forma del gen GABRA2 vinculada con el alcoholismo mostraban una actividad significativamente más intensa en la ínsula cuando los sujetos anticipaban recompensas y pérdidas, que en las personas con otras combinaciones. Esta activación más intensa apareció relacionada asimismo con un nivel más alto de impulsividad en su respuesta al estrés.
La asociación de la ínsula con el comportamiento adictivo es bien conocida: los fumadores que han sufrido daño en la ínsula debido a un infarto encuentran mucho más fácil el abandonar el cigarrillo según un artículo que publicó en 2007 la revista Science.
“Creemos que estos resultados indican que el GABRA2 ejerce una influencia sobre un sistema neural subyacente que afecta temprano en los factores de riesgo, y más tarde, en la dependencia del alcohol”, dijo Burmeister, quien es asimismo profesora de psiquiatría y genética humana en la Escuela de Medicina de la UM. “En el futro esperamos examinar más los efectos del ambiente familiar y otros factores de conducta y ambientales”.
Las autoras enfatizan que los factores de riesgo genéticos no actúan solos y que simplemente tenerlos no significa que una persona se convertirá en alcohólica.
Fuente U. de Michigan
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