No hay nada de malo en querer mirar la vida con ese entusiasmo propio de los años mozos, vernos radiantes y rejuvenecernos. Ser jóvenes de espíritu está bien y hace bien. Pero hoy las cirugías plásticas han cambiado las cosas y ya nadie se contenta con llevar la juventud en el alma. De manera que vivimos para parecer jóvenes, a como dé lugar? y eso es vivir para la mirada ajena, para impresionar a los demás, para parecer y no para ser. Es darle más valor a la inteligencia que a la sabiduría ? a la apariencia que a la experiencia, es pensar y actuar en forma infantil.
Parece que al estar inmersos en una cultura que glorifica la perfección física como medida del valor personal, estamos cautivados por lo juvenil y ya nadie se contenta con tener un espíritu joven. Pero en el esfuerzo por parecer jóvenes huimos de las realidades y responsabilidades de la vida adulta ?y por eso ya no hay compromisos, ni quién se haga responsable. Y por ende, no hay quién esté a la cabeza de la vida de los hijos ? porque declararse joven es lavarse las manos.
Percibir a sus padres infantilizados es tan perturbador para los hijos como lo sería para nosotros viajar en un avión piloteado por un jovencito que apenas sabe conducir un automóvil: iríamos tensos y ansiosos ? como suelen estar muchos niños hoy.
En el afán por vernos para siempre como de quince, olvidamos que las arrugas no nos afean ?sino que dan testimonio de lo que vivimos y de lo que somos. En esas líneas en nuestros rostros escriben nuestra vida. Aquellas alrededor de los ojos describen nuestras penas y también nuestras dichas. Las que circundan nuestros labios revelan que amamos ? que besamos. Esas que enmarcan nuestra boca inmortalizan nuestras sonrisas ? nuestras alegrías. Las que cruzan nuestra frente evidencian nuestras preocupaciones.
Tratar de borrar esas líneas es como borrar nuestra historia ? y con ella la madurez que nos dejaron los años transcurridos y la sabiduría de las experiencias vividas. Y nos convertimos como en muñecos ?plásticos por fuera y huecos por dentro. Las arrugas sirven para recordarnos que somos adultos, que somos padres ? y que ya no debemos vivir en función de lo que piensen los demás ? sino en función de lo que necesita nuestra familia.
Ángela Marulanda | Medellín
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Nos estamos rejuveneciendo... ¿O infantilizando?
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