lucy edmee angulo lafosse
En origen, la estirpe de guerreros santos de la cristiandad representaba cada uno de los momentos clave de la lucha de la religión: San Miguel Arcángel y el mal, Santiago Matamoros y la Reconquista, o San Jorge y la fe de los primeros cristianos perseguidos. Sin embargo, con el tiempo, la "historia" dará paso a la leyenda, las más de las veces a través de recopilaciones hagiográficas. Así, una obra clave como la famosa Leyenda dorada convertirá al romano Jorge de Capadocia en un caballero enfrentado a un dragón. Una historia entremezclada con el paganismo cuya derivación ha finalizado en nuestros días en la asociación de la figura del santo al 23 de abril, fecha en la que se celebra en toda España el Día del Libro.
San Jorge: la leyenda
La leyenda comienza en el s.IV, con el martirio del soldado romano Jorge de Capadocia a manos del emperador Diocleciano, cuya fama ha trascendido por culpa de la cruenta campaña de represión que llevaría a cabo contra las primeras comunidades de cristianos en los dominios de Roma. Así, religión, martirio y conversión de neófitos mediante, la figura de Jorge se asumirá, al igual que todos los muertos por la fe, en estandarte de la causa. Y, menos de un siglo después, San Jorge poseía ya, en la actual Lod (Israel), un punto de veneración importante que, por medio de las peregrinaciones, se comenzará a extender en siglos posteriores por el Imperio Romano de Oriente (prácticamente toda la cuenca mediterránea). El paso siguiente lo dará en el s.V el papa Gelasio, quien va a canonizar al soldado cristiano en un momento en el que la propia figura del santo comienza a sufrir interferencias con las diversas historias apócrifas que circulan sobre su vida y milagros y la asimilación del personaje realizada por otras religiones del Libro.
Este primer estadio en el desarrollo del mito, originario de la Passio Georgii, experimentará una continuación en época medieval, con la asimilación de la historia y consiguiente iconografía actuales. Santiago de la Vorágine, dominico que llegará a ser arzobispo de Génova, recogerá en su famoso libro de vidas de santos, La leyenda dorada, un episodio relativo a San Jorge que es culpable de su identificación hoy día como un héroe matadragones (y que poseerá una versión posterior en la tradición catalana). Según la historia transcrita por el italiano, el santo salvó a la princesa de Silca o Silena (Libia) de morir sacrificada al dragón que habitaba en el lago cercano y, en su honor, se habría construido una iglesia al pie de cuyo altar surgió una fuente sanadora. Si bien hay que reconocer el mérito y la intención compilatoria de Santiago de la Vorágine, lo cierto es que lo sobrenatural y la mitología acompañan las intenciones adoctrinantes de una obra cuya veracidad no puede aceptarse al pie de la letra, pero que supone un magnífico ejemplo de la fama que el santo poseería ya en la Edad Media, época en la que su iconografía de soldado se ampliará a cruzado caballero libertador.
Este modelo de leyenda, origen seguramente de todos los cuentos de princesas y dragones posteriores, ha llegado hasta la actualidad, en la que la fiesta de veneración al santo ha sufrido un sincretismo y ha pasado a coincidir con la celebración del Día del Libro, antiguamente celebrado en España el 7 de octubre en conmemoración del nacimiento de Cervantes. Será en la década de los 30 cuando la onomástica de San Jorge se haga coincidente con este día especial, pasando en regiones como Cataluña a diluirse la importancia de éste frente al patrón de la ciudad y adaptándose la propia leyenda a la tradición popular (que marca el homenaje a hombres y mujeres con libros y flores, respectivamente, en recuerdo del rescate llevado a cabo por el santo).
La leyenda comienza en el s.IV, con el martirio del soldado romano Jorge de Capadocia a manos del emperador Diocleciano, cuya fama ha trascendido por culpa de la cruenta campaña de represión que llevaría a cabo contra las primeras comunidades de cristianos en los dominios de Roma. Así, religión, martirio y conversión de neófitos mediante, la figura de Jorge se asumirá, al igual que todos los muertos por la fe, en estandarte de la causa. Y, menos de un siglo después, San Jorge poseía ya, en la actual Lod (Israel), un punto de veneración importante que, por medio de las peregrinaciones, se comenzará a extender en siglos posteriores por el Imperio Romano de Oriente (prácticamente toda la cuenca mediterránea). El paso siguiente lo dará en el s.V el papa Gelasio, quien va a canonizar al soldado cristiano en un momento en el que la propia figura del santo comienza a sufrir interferencias con las diversas historias apócrifas que circulan sobre su vida y milagros y la asimilación del personaje realizada por otras religiones del Libro.
Este primer estadio en el desarrollo del mito, originario de la Passio Georgii, experimentará una continuación en época medieval, con la asimilación de la historia y consiguiente iconografía actuales. Santiago de la Vorágine, dominico que llegará a ser arzobispo de Génova, recogerá en su famoso libro de vidas de santos, La leyenda dorada, un episodio relativo a San Jorge que es culpable de su identificación hoy día como un héroe matadragones (y que poseerá una versión posterior en la tradición catalana). Según la historia transcrita por el italiano, el santo salvó a la princesa de Silca o Silena (Libia) de morir sacrificada al dragón que habitaba en el lago cercano y, en su honor, se habría construido una iglesia al pie de cuyo altar surgió una fuente sanadora. Si bien hay que reconocer el mérito y la intención compilatoria de Santiago de la Vorágine, lo cierto es que lo sobrenatural y la mitología acompañan las intenciones adoctrinantes de una obra cuya veracidad no puede aceptarse al pie de la letra, pero que supone un magnífico ejemplo de la fama que el santo poseería ya en la Edad Media, época en la que su iconografía de soldado se ampliará a cruzado caballero libertador.
Este modelo de leyenda, origen seguramente de todos los cuentos de princesas y dragones posteriores, ha llegado hasta la actualidad, en la que la fiesta de veneración al santo ha sufrido un sincretismo y ha pasado a coincidir con la celebración del Día del Libro, antiguamente celebrado en España el 7 de octubre en conmemoración del nacimiento de Cervantes. Será en la década de los 30 cuando la onomástica de San Jorge se haga coincidente con este día especial, pasando en regiones como Cataluña a diluirse la importancia de éste frente al patrón de la ciudad y adaptándose la propia leyenda a la tradición popular (que marca el homenaje a hombres y mujeres con libros y flores, respectivamente, en recuerdo del rescate llevado a cabo por el santo).
0 comentarios:
Publicar un comentario
Las opiniones escritas por los lectores de este blog serán de su entera responsabilidad. No se admitiran insultos ni ofensas, ni publicidad o enlaces a otros blogs, de lo contrario se podrán eliminar sin previo aviso.