El Olímpico de Berlín se convertirá esta tarde (20.35 horas, La 2) en un laboratorio. 76.000 espectadores atentos a un experimento de grandes dimensiones: la final de los 200 metros lisos. Usain Bolt, un jamaicano que mañana cumplirá 23 años, sin mayor competencia que la de superarse a sí mismo, servirá de conejillo de indias para que los científicos más duchos en la materia intenten dilucidar si existe o no el límite de la velocidad humana.El domingo pasado, este atleta circense y bacilón registró una velocidad punta de 44,03 kilómetros por hora en los últimos 40 metros de la final de los 100 metros lisos, prueba en la que batió su plusmarca mundial. Desde los 60 metros hasta la línea de meta el jamaicano firmó su mejor parcial en 3,28 segundos, un registro estratosférico empujado por el aliento de Tyson Gay, que le perseguía a dos décimas de distancia. La carrera de Bolt ha despertado todo tipo de elogios y conjeturas. ¿Existe el techo en la velocidad humana? ¿Cuál es la marca imposible de batir? Solo el jamaicano lo sabe. Los científicos dependen de él para sacar conclusiones.
Cuando el velocista de Jamaica estableció el récord del mundo en 9,69 en Pekín, hace un año, Mark Denny, profesor de biología de la Universidad Stanford, estimó que los velocistas masculinos podían, en los próximos años, rebajar la marca de los 100 metros a 9,48, y las mujeres a 10,39. Aunque determinó que el límite exacto era incalculable con el paso del tiempo.
Bolt se toma a guasa una nueva oportunidad para destrozar la ciencia. Sus récords, trascendentales para el conocimiento de la humanidad, le producen risa y lo demuestra poco antes de la final de los 200 metros. Se pasea por la pista bromeando con las cámaras de televisión, se echa unas risas con los miembros de la organización, confiado en que muy mal se tienen que dar las cosas para no ganar. A su lado correrán atletas, como él, pero terrenales, como su compatriota Steve Mullings y el estadounidense Wallace Spearmons, condenados a observar la espalda del plusmarquista durante 200 metros si no ocurre nada extraño. Hace un año, en los Juegos Olímpicos de Pekín, Bolt fijó el récord mundial de esta distancia en 19,30 segundos (37,30 kilómetros por hora). Esta tarde, si decidiera correr hasta el último metro, puede escribir otro renglón en los límites de la velocidad humana.
Cuando el velocista de Jamaica estableció el récord del mundo en 9,69 en Pekín, hace un año, Mark Denny, profesor de biología de la Universidad Stanford, estimó que los velocistas masculinos podían, en los próximos años, rebajar la marca de los 100 metros a 9,48, y las mujeres a 10,39. Aunque determinó que el límite exacto era incalculable con el paso del tiempo.
Bolt se toma a guasa una nueva oportunidad para destrozar la ciencia. Sus récords, trascendentales para el conocimiento de la humanidad, le producen risa y lo demuestra poco antes de la final de los 200 metros. Se pasea por la pista bromeando con las cámaras de televisión, se echa unas risas con los miembros de la organización, confiado en que muy mal se tienen que dar las cosas para no ganar. A su lado correrán atletas, como él, pero terrenales, como su compatriota Steve Mullings y el estadounidense Wallace Spearmons, condenados a observar la espalda del plusmarquista durante 200 metros si no ocurre nada extraño. Hace un año, en los Juegos Olímpicos de Pekín, Bolt fijó el récord mundial de esta distancia en 19,30 segundos (37,30 kilómetros por hora). Esta tarde, si decidiera correr hasta el último metro, puede escribir otro renglón en los límites de la velocidad humana.
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