La Biblioteca Nacional de Francia (BNF) se encuentra en proceso de negociación con la compañía Google para digitalizar sus fondos. Aún no se conoce cómo y cuándo se llevará a cabo el proyecto, pero la noticia ha sorprendido por el cambio de rumbo que representa. Francia había sido hasta el momento el más firme opositor a Book Search, la ambiciosa plataforma para la que Google está digitalizando desde 2005 los libros de las bibliotecas de mayor prestigio internacional. La Biblioteca francesa, que dispone de uno de los cuatro catálogos más extensos del planeta con 14 millones de libros e impresos, hasta el momento había decidido no colaborar, si bien una quincena de bibliotecas menores francesas ya se habían sumado al proyecto.Según Denis Bruckmann, director de la BNF, las conversaciones "podrían dar resultados firmes en los próximos meses", tal y como ha informado el diario La Tribune. Aunque Bruckmann ha matizado que el trato con Google no supondrá el bloqueo de Gallica, la biblioteca digital francesa a la que el gobierno destina cinco millones de euros al año. Parece que ese presupuesto resulta muy insuficiente, y ahí es donde Google tiene mucho que decir. Aproximadamente, se necesitan al menos 80 millones sólo para digitalizar los fondos de 1870 a 1940. Google digitaliza sus volúmenes de manera gratuita y es por esto por lo que su base ya dispone de diez millones de libros.
Una de las cuestiones que los responsables del proyecto no pierden de vista es la propiedad intelectual. La secretaria de Estado encargada del desarrollo de la economía digital, Natalie Kosciusko-Morizet, ha destacado que el acuerdo entre Google y la BNF habrá de "respetar plenamente los derechos de autor". Google ya tuvo enfrentamientos legales por este motivo con la Asociación de Editores Americanos (AAP) y con la Asociación de Autores, que interpusieron una demanda contra la compañía en 2005 por quebrantar la ley de propiedad intelectual. El conflicto se resolvió en octubre de 2008 con un acuerdo por el que Google se comprometió a financiar un directorio de derechos de autor, lo que le acarreará un gasto de unos 100 millones de euros.
Más tarde, un millar de autores alemanes se reunieron en el Manifiesto de Heidelberg para acusar a Google Books de violar los derechos de autor. Incluso Estados Unidos abrió el pasado abril una investigación para determinar si el buscador incurría en una práctica monopolística con su plan de digitalización.
Fin a la reticencia
Hasta el momento Francia había mantenido como baluarte de la identidad europea frente a las pretensiones de Google. Las autoridades francesas opinaban que digitalizar los fondos de las grandes bibliotecas del mundo no era más que una maniobra para consolidar aún más la preponderancia de los libros en legua inglesa. Por eso en 2005, cuando el gigante estadounidense puso en marcha su proyecto, Francia se convirtió en el principal país promotor de Europeana, una biblioteca virtual en colaboración con otros países europeos. El proyecto vio la luz el año pasado, aunque su repercusión ha sido discreta. Pese a que tiene un fondo de más de cuatro millones de ciberlibros -además de bandas sonoras, cuadros y partituras-, no es un fondo fácilmente accesible. Sobre todo en comparación con la plataforma digital de Google.
Books Search dispone ya de más de diez millones de libros, sobre todo porque Google los digitaliza de manera gratuita. Este motivo ha servido de incentivo a una treintena de grandes bibliotecas de prestigio internacional, como las de las universidades de Harvard y Oxford, que ya han firmado con la compañía. Entre ellas se encuentra también la Biblioteca Nacional de España.
Una de las cuestiones que los responsables del proyecto no pierden de vista es la propiedad intelectual. La secretaria de Estado encargada del desarrollo de la economía digital, Natalie Kosciusko-Morizet, ha destacado que el acuerdo entre Google y la BNF habrá de "respetar plenamente los derechos de autor". Google ya tuvo enfrentamientos legales por este motivo con la Asociación de Editores Americanos (AAP) y con la Asociación de Autores, que interpusieron una demanda contra la compañía en 2005 por quebrantar la ley de propiedad intelectual. El conflicto se resolvió en octubre de 2008 con un acuerdo por el que Google se comprometió a financiar un directorio de derechos de autor, lo que le acarreará un gasto de unos 100 millones de euros.
Más tarde, un millar de autores alemanes se reunieron en el Manifiesto de Heidelberg para acusar a Google Books de violar los derechos de autor. Incluso Estados Unidos abrió el pasado abril una investigación para determinar si el buscador incurría en una práctica monopolística con su plan de digitalización.
Fin a la reticencia
Hasta el momento Francia había mantenido como baluarte de la identidad europea frente a las pretensiones de Google. Las autoridades francesas opinaban que digitalizar los fondos de las grandes bibliotecas del mundo no era más que una maniobra para consolidar aún más la preponderancia de los libros en legua inglesa. Por eso en 2005, cuando el gigante estadounidense puso en marcha su proyecto, Francia se convirtió en el principal país promotor de Europeana, una biblioteca virtual en colaboración con otros países europeos. El proyecto vio la luz el año pasado, aunque su repercusión ha sido discreta. Pese a que tiene un fondo de más de cuatro millones de ciberlibros -además de bandas sonoras, cuadros y partituras-, no es un fondo fácilmente accesible. Sobre todo en comparación con la plataforma digital de Google.
Books Search dispone ya de más de diez millones de libros, sobre todo porque Google los digitaliza de manera gratuita. Este motivo ha servido de incentivo a una treintena de grandes bibliotecas de prestigio internacional, como las de las universidades de Harvard y Oxford, que ya han firmado con la compañía. Entre ellas se encuentra también la Biblioteca Nacional de España.
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