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Mayte Martín y el silencio

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En las profundidades del Poble Sec barcelonés, casi en la falda de la montaña de Montjuïc, se encuentra el refugio de Mayte Martín. Un cuarto piso (en realidad quinto) sin ascensor que posee toda la tranquilidad que la cantante y cantaora necesita para concentrarse, componer y preparar sus actuaciones. "Aquí arriba no se oye ni un coche, todo es silencio", explica Martín sentada en su sillón de pensar, tela negra, tubo cromado y un cierto movimiento de balanceo.

"Hace doce años que vivo aquí, es mi casa y aquí paso muchas horas colgada de la nada. No puedo estar permanentemente activa, no me gusta tener una vida estructurada. Además, las ideas surgen en cualquier lugar, aquí o en la terraza del café de la plaza".

En un rincón quema incienso, desperdigados por la mesita baja algunos cedés de música clásica (Mozart, Mahler, Rachmaninov), la guitarra despojada de su funda se apoya en una esquina, sobre la mesa un ordenador portátil abierto en una página de Spotify. "Acabo de descubrir el Spotify y estoy enganchada", explica la cantante.

"Me paso el día escuchando música, me gusta buscar cosas nuevas, descubrir, y gracias al Spotify puedo hacerlo y de forma legal.

¡No me gustan las descargas ilegales y ya estoy cansada de comprar cedés que no sabes ni lo que tienen y que después no valen nada! De todas formas, si hablamos de inspiración, no me inspira ningún tipo de música, es el silencio el que inspira".

Al Spotify Mayte Martín une sobre su mesa de trabajo otro descubrimiento reciente: el iPod. "Soy una recién llegada al iPod, pero no lo llevo nunca por la calle, me gusta el sonido de la calle.

Lo utilizo en los aviones o en el tren". Su último disco, AlCantarAManuel (Nuevos Medios), con textos del poeta malagueño Manuel Alcántara, nació como un encargo de la Bienal de Flamenco de Sevilla pero pronto alzó el vuelo en sus manos. "Era un encargo para un día pero yo me metí como si me fuera la vida en ello.


No conocía su obra y, al leerla, lo que más me atrajo fueron los poemas más largos y profundos. A medida que los leía me di cuenta de que no pedían ser alegrías o soleares, sino otra cosa; me lancé a componer y no todo fue flamenco.

Cada poema, al leerlo, ya te dice lo que quiere ser". Mayte Martín se balancea suavemente en su sillón de pensar, no quiere hablar de proyectos, afirma no tenerlos tras la intensidad con que ha vivido este disco. "Ahora quiero descansar", concluye. "Si puedo me tomaré un par de meses con la mente en barbecho".

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