El latido de las estrellas desde Aras

La otra noche acompañé a los investigadores Vicent J. Martínez, Vicent Peris y Jorge Alonso a las nuevas instalaciones del Observatorio Astronómico de la Universitat de Valencia en Aras de los Olmos. A casi 1.300 metros de altitud, en la Muela de Santa Catalina, las dos cúpulas, el pabellón para el estudio de las condiciones de observación, los nuevos telescopios y todo el instrumental de nueva generación despiertan excelentes sensaciones al visitante, que tiene la certeza de encontrarse en un santuario de la ciencia en el que los proyectos de investigación del siglo XXI conviven con la aureola de los observatorios que en un pasado reciente forjaron nuestros conocimientos actuales sobre el Universo.

El Telescopio Robótico de Aras (Trobar), la joya del flamante observatorio, es una mole de más de una tonelada que gira suavemente sobre sus ejes rastreando horizontes cósmicos. Su secreto es que nace con tecnología apta para operar indistintamente in situ o por control remoto, bien desde la sede del Observatorio en el parque científico de Burjassot o desde cualquier lugar del planeta. O sea, que Trobar permite investigar el Cosmos sin necesidad de que el astrónomo que lo controla esté junto a él. Forma parte de la nueva generación de telescopios que pueden utilizarse remotamente.

Vicent J. Martínez, director del observatorio, se ha planteado el difícil reto de hacer de este santuario un lugar de referencia en la astronomía europea, pero con una doble vertiente científica y divulgativa. Acercar el Universo a la gente de la calle tiene, pues, el mismo peso que los programas de investigación propiamente dichos, que se moverán por caminos tan extraordinarios como el de la localización de nuevos planetas más allá de nuestro sistema solar.

La noche de la visita no brillaba ningún astro, porque una espesa niebla abrazaba la Muela y todas las estribaciones de la sierra de Javalambre, pero daba igual: el latido de las estrellas se sentía perfectamente, como si esta ventana al Cosmos permitiese escuchar lo que acontece a años luz de la Tierra.

Trobar, el telescopio de 40 centímetros. que alberga la segunda cúpula, las nuevas cámaras CCD y toda la batería de ordenadores que acompañan el instrumental astronómico son herramientas que invitan a la exploración. Incluso con el cielo cubierto todo ese tesoro de la investigación científica evoca las maravillas del Universo que nos rodea. Y cuando se despeje podremos ser testigos de ellas gracias al papel de astrofotógrafos como Vicent Peris, algunas de cuyas imágenes ya jalonan las paredes de los pabellones. Cuando las observas, estas fotos no se perciben como un legado —que lo son—, sino como un heraldo, como el presagio de lo que va a suceder en estos próximos años allí arriba, desde donde un grupo de entusiastas abrirá nuevos caminos en el firmamento.

Hacer realidad todo esto, poner a punto el nuevo observatorio ha sido una verdadera heroicidad. El transporte ha sido enormemente complejo y ha incluido odiseas como el delicado paso de las cúpulas —una de ellas de 5 metros de diámetro— por las angostas rampas del camino de acceso, o el viaje en camión del pabellón principal por la carretera que une Valencia con Los Serranos. Ya casi en su destino, el antiguo y diminuto puente que hay entre Titaguas y Aras obligó a un tránsito de infarto en el que el convoy rozaba los pretiles. Y una vez arriba no cuesta imaginar la dificultad de poner a punto los delicados mecanismos de instrumentos tan avanzados en un lugar en el que no sólo las nieblas, sino las nieves y las heladas marcan la pauta atmosférica durante una buena parte del año. Pero sí, están ahí y a través de ellos no sólo se ven las estrellas, sino que también se escucha y se siente su latido.

vaupi@estrellasyborrascas.com

Vicente Aupí