Ondas cósmicas están estremeciendo a la comunidad científica global: Stephen Hawking, el famoso físico, expresó una opinión no informada en la que advierte que si tenemos contacto con una civilización inteligente extraterrestre, la experiencia seguramente sería negativa. Algo así como la Guerra de los Mundos.
Sus comentarios, que han puesto a temblar de pena ajena a los astrobiólogos que buscan la posibilidad de vida microscópica en otros planetas, fueron transmitidos en el primero de una serie de documentales de Discovery Channel, que comenzó el 25 de abril.
"Tales extraterrestres avanzados serían nómadas y quizás buscarían conquistar y colonizar cualquier planeta que pudiesen alcanzar", dijo Hawking, quien no niega la posibilidad de la existencia de este tipo de civilizaciones. "Así, tendría sentido para ellos el explotar ese planeta buscando nuevos materiales para sus naves espaciales".
Las palabras de Hawking, que no están basadas en ningún tipo de investigación formal por su parte, han dividido a la comunidad de ufólogos en contra y en favor. Unos quieren pensar que ET es tan benévolo como la paloma de la paz, y los otros, que es como Darth Vader.
Entre el mito y la verdad
Lo cierto es que el pintoresco debate reanima el tema de la astrobiología, ciencia según la cual los viajes interplanetarios no tienen por qué ser el privilegio de marcianos verdes, cometas, polvo cósmico o sondas espaciales con o sin gente adentro.
No es descabellado, dicen, pensar que existan o hayan existido otros cosmonautas allá afuera: vaqueros que viajan a lomo de asteroides, polizones que se esconden entre los dobleces de un traje espacial, y hasta criaturas desplazadas de sus mundos por colisiones brutales.
Todas estas formas de vida diminutas podrían haber rebotado entre un planeta y otro, llevadas de aquí para allá como hojas al viento por la brutal meteorología cósmica.
Vista así, la vida en la Tierra podría perfectamente provenir de Marte... o viceversa. O quizás de la luna Europa, o ¿por qué no?, de Titán. O tal vez la espora con la chispa de la vida provino del otro lado de la nube de asteroides Oort. Ésta es la teoría de la Panspermia.
Y si existiera vida nativa debajo de la superficie marciana, ¿sería peligrosa para nosotros?
"Bueno, seríamos unos necios si echamos por la borda las precauciones de contener las muestras que traigamos de Marte, y de no exponer a la gente y al medio ambiente así como así a materiales que no sabemos lo que son", dice el astrobiólogo de la NASA John Rummel.
"Incluso, si hay vida en Marte y si esa vida está relacionada con la nuestra, eso no nos garantiza ninguna seguridad a la hora de manipularla.
Rummel hace notar que hasta hace poco no teníamos idea de la existencia de las bacterias extremófilas que viven en las chimeneas hidrotermales del fondo del mar, ni de las que viven a miles de metros debajo de la corteza terrestre, quizás el lugar más parecido al subsuelo marciano.
"Marte es demasiado importante como para no tomarnos el trabajo de hacer una exploración responsable. Porque de la buena manipulación de las muestras depende no sólo la seguridad, sino las probabilidades de hallar vida".
Hallar vida es justamente lo que asusta a los curadores de astromateriales del Centro Espacial Johnson, quienes no están tan seguros de que la Tierra esté preparada para recibir nada que potencialmente contenga formas de vida extraterrestres. Se preocupan porque nadie sabe cómo aislar totalmente las rocas marcianas del resto de nosotros. Y viceversa.
Un laboratorio de contención eficaz debería ser como uno de bioseguridad desarrollado para las guerras biológicas. Y aunque el laboratorio donde reposan los astromateriales del JSC está muy bien equipado, aún no llega a estos niveles.
Para diseñar una cámara de contención marciana, básicamente hay que pensar como un microbio. Hay que cerrarles el paso a los bichos con flujos de aire, con desinfectantes, con filtros, con hornos, todo esto dentro de un cuarto aislado metido dentro de otros varios cuartos, como un juego de matriushkas. Y después, cuando uno ha pensado en todo, no faltará quien pregunte "¿Y qué pasa si la forma de vida marciana come vidrio o es capaz de nadar en contra de una corriente de aire presurizado?".
"Nunca podremos estar seguros ciento por ciento de nada, pero seríamos unos necios si no minimizamos el riesgo de contaminación planetaria", dice Rummel, consciente de que la NASA tiene un poco más de 10 años de plazo para decidir cómo alojar las muestras de la Misión de Retorno de Muestras, que ha sido aplazada varias veces y que ahora está fijada para 2020.
Mientras tanto, para probar aquello de la Panspermia, la agencia espacial intenta aprender hasta qué punto puede un organismo aguantar el horror que constituye viajar sin una cápsula espacial a lomo de asteroide, y estrellarse contra otro planeta.
Los reclutas del experimento son las endosporas, unas estructuras celulares especializadas y altamente resistentes que tienen ciertas bacterias, y cuya función principal es garantizar la supervivencia de la bacteria durante períodos de estrés ambiental.
Patricia Fajardo y Wayne Nicholson, de la Universidad de la Florida, han estado trabajando con endosporas desde hace 20 años. Para demostrar qué tan resistentes son a la hipervelocidad de la reentrada de un meteorito hipotético a la Tierra, colocaron en lo alto de un cohete sonda varios trozos de granito permeados con la cepa de una bacteria terrestre muy común, Bacillus subtilis, y lo lanzaron al espacio desde Nuevo México.
"La velocidad de reentrada fue de 1,2 kilómetros por segundo y la temperatura subió a los 145°C", dice Fajardo. "Y resulta que sobrevivió un promedio del cuatro por ciento de ellas".
En otros experimentos que consistieron en someter a las endosporas a toda clase de insultos, las estructuras han demostrado ser resistentes al calor y a los cambios abruptos de temperatura a ciertas dosis de radiación, al choque, a la aceleración, a los ataques químicos y a la disecación.
Las implicaciones no pueden ser más claras: si una humilde endospora puede sobrevivir el impacto de salir y entrar de un planeta al otro, la Tierra ya no tiene por qué ser un sistema biológico cerrado.
En cuanto a la sensación mediática galáctica de Steven Hawking, cuando el polvo se decante, podría recordarse como parte de la guerra de las sintonías entre Discovery Channel, History Channel y ABC, que estrenan series similares por estos días.
POR ÁNGELA POSADA-SWAFFORD
Sus comentarios, que han puesto a temblar de pena ajena a los astrobiólogos que buscan la posibilidad de vida microscópica en otros planetas, fueron transmitidos en el primero de una serie de documentales de Discovery Channel, que comenzó el 25 de abril.
"Tales extraterrestres avanzados serían nómadas y quizás buscarían conquistar y colonizar cualquier planeta que pudiesen alcanzar", dijo Hawking, quien no niega la posibilidad de la existencia de este tipo de civilizaciones. "Así, tendría sentido para ellos el explotar ese planeta buscando nuevos materiales para sus naves espaciales".
Las palabras de Hawking, que no están basadas en ningún tipo de investigación formal por su parte, han dividido a la comunidad de ufólogos en contra y en favor. Unos quieren pensar que ET es tan benévolo como la paloma de la paz, y los otros, que es como Darth Vader.
Entre el mito y la verdad
Lo cierto es que el pintoresco debate reanima el tema de la astrobiología, ciencia según la cual los viajes interplanetarios no tienen por qué ser el privilegio de marcianos verdes, cometas, polvo cósmico o sondas espaciales con o sin gente adentro.
No es descabellado, dicen, pensar que existan o hayan existido otros cosmonautas allá afuera: vaqueros que viajan a lomo de asteroides, polizones que se esconden entre los dobleces de un traje espacial, y hasta criaturas desplazadas de sus mundos por colisiones brutales.
Todas estas formas de vida diminutas podrían haber rebotado entre un planeta y otro, llevadas de aquí para allá como hojas al viento por la brutal meteorología cósmica.
Vista así, la vida en la Tierra podría perfectamente provenir de Marte... o viceversa. O quizás de la luna Europa, o ¿por qué no?, de Titán. O tal vez la espora con la chispa de la vida provino del otro lado de la nube de asteroides Oort. Ésta es la teoría de la Panspermia.
Y si existiera vida nativa debajo de la superficie marciana, ¿sería peligrosa para nosotros?
"Bueno, seríamos unos necios si echamos por la borda las precauciones de contener las muestras que traigamos de Marte, y de no exponer a la gente y al medio ambiente así como así a materiales que no sabemos lo que son", dice el astrobiólogo de la NASA John Rummel.
"Incluso, si hay vida en Marte y si esa vida está relacionada con la nuestra, eso no nos garantiza ninguna seguridad a la hora de manipularla.
Rummel hace notar que hasta hace poco no teníamos idea de la existencia de las bacterias extremófilas que viven en las chimeneas hidrotermales del fondo del mar, ni de las que viven a miles de metros debajo de la corteza terrestre, quizás el lugar más parecido al subsuelo marciano.
"Marte es demasiado importante como para no tomarnos el trabajo de hacer una exploración responsable. Porque de la buena manipulación de las muestras depende no sólo la seguridad, sino las probabilidades de hallar vida".
Hallar vida es justamente lo que asusta a los curadores de astromateriales del Centro Espacial Johnson, quienes no están tan seguros de que la Tierra esté preparada para recibir nada que potencialmente contenga formas de vida extraterrestres. Se preocupan porque nadie sabe cómo aislar totalmente las rocas marcianas del resto de nosotros. Y viceversa.
Un laboratorio de contención eficaz debería ser como uno de bioseguridad desarrollado para las guerras biológicas. Y aunque el laboratorio donde reposan los astromateriales del JSC está muy bien equipado, aún no llega a estos niveles.
Para diseñar una cámara de contención marciana, básicamente hay que pensar como un microbio. Hay que cerrarles el paso a los bichos con flujos de aire, con desinfectantes, con filtros, con hornos, todo esto dentro de un cuarto aislado metido dentro de otros varios cuartos, como un juego de matriushkas. Y después, cuando uno ha pensado en todo, no faltará quien pregunte "¿Y qué pasa si la forma de vida marciana come vidrio o es capaz de nadar en contra de una corriente de aire presurizado?".
"Nunca podremos estar seguros ciento por ciento de nada, pero seríamos unos necios si no minimizamos el riesgo de contaminación planetaria", dice Rummel, consciente de que la NASA tiene un poco más de 10 años de plazo para decidir cómo alojar las muestras de la Misión de Retorno de Muestras, que ha sido aplazada varias veces y que ahora está fijada para 2020.
Mientras tanto, para probar aquello de la Panspermia, la agencia espacial intenta aprender hasta qué punto puede un organismo aguantar el horror que constituye viajar sin una cápsula espacial a lomo de asteroide, y estrellarse contra otro planeta.
Los reclutas del experimento son las endosporas, unas estructuras celulares especializadas y altamente resistentes que tienen ciertas bacterias, y cuya función principal es garantizar la supervivencia de la bacteria durante períodos de estrés ambiental.
Patricia Fajardo y Wayne Nicholson, de la Universidad de la Florida, han estado trabajando con endosporas desde hace 20 años. Para demostrar qué tan resistentes son a la hipervelocidad de la reentrada de un meteorito hipotético a la Tierra, colocaron en lo alto de un cohete sonda varios trozos de granito permeados con la cepa de una bacteria terrestre muy común, Bacillus subtilis, y lo lanzaron al espacio desde Nuevo México.
"La velocidad de reentrada fue de 1,2 kilómetros por segundo y la temperatura subió a los 145°C", dice Fajardo. "Y resulta que sobrevivió un promedio del cuatro por ciento de ellas".
En otros experimentos que consistieron en someter a las endosporas a toda clase de insultos, las estructuras han demostrado ser resistentes al calor y a los cambios abruptos de temperatura a ciertas dosis de radiación, al choque, a la aceleración, a los ataques químicos y a la disecación.
Las implicaciones no pueden ser más claras: si una humilde endospora puede sobrevivir el impacto de salir y entrar de un planeta al otro, la Tierra ya no tiene por qué ser un sistema biológico cerrado.
En cuanto a la sensación mediática galáctica de Steven Hawking, cuando el polvo se decante, podría recordarse como parte de la guerra de las sintonías entre Discovery Channel, History Channel y ABC, que estrenan series similares por estos días.
POR ÁNGELA POSADA-SWAFFORD
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