Stephen Hawking puede respirar tranquilo. Después de advertir contra las nefastas consecuencias de un hipotético contacto con extraterrestres, un buen número de científicos salió a la palestra para contradecir las declaraciones del famoso físico británico, asegurando que no hay nada que temer al respecto y que, con toda probabilidad, a los aliens no les merece la pena el esfuerzo de llegar hasta aquí para invadirnos. Un astrobiólogo francés viene ahora a añadir un nuevo dato para el alivio de Hawking: ese día célebre del contacto, que con toda seguridad iniciará una nueva era para la humanidad, no llegará hasta dentro de mucho tiempo. Según explica Jean Schneider en la revista Astrobiology, una cosa es encontrar vida y otra muy distinta observar qué aspecto tiene. A su juicio, todavía pasarán siglos hasta que seamos capaces de fabricar telescopios tan potentes como para contemplar la cara de una criatura alienígena, una imagen que, por ahora, seguirá en manos de la ciencia ficción o de los documentales de Discovery Channel. Mientras sea así, para los más agoreros, estamos a salvo.
Si la tecnología avanza al ritmo actual, nuestros telescopios serán lo suficientemente buenos para detectar vida en otros planetas fuera de nuestro Sistema Solar en los próximos cien años. Sin embargo, echar un vistazo al aspecto de un auténtico vecino estelar es harina de otro costal. «Desafortunadamente, estamos tan lejos de ver a los extraterrestres con nuestros propios ojos como lo estaba Epicuro de ver los primeros mundos cuando, hace 23 siglos, predijo la existencia de estos planetas», explica Jean Schneider, del Observatorio de París en Meudon.
Volcanes y atmósferaSegún explica Schneider, el viaje hacia este objetivo comienza así: en las próximas décadas se desarrollarán dos generaciones de misiones espaciales para analizar con mayor detalle los exoplanetas, aquellos mundos situados fuera de las fronteras del Sistema Solar. Las primeras contarán con coronógrafos de hasta 2,5 metros de ancho y las segundas añadirán instrumentos aún más sofisticados para ayudar a la búsqueda de planetas similares a la Tierra y potencialmente habitables. Después, misiones de seguimiento investigarán cualquier potencial signo de vida. Semejantes iniciativas requerirán un profundo rastreo del espacio. Por ejemplo, para tomar una imagen de 100 píxeles de un planeta dos veces el tamaño de la Tierra situado a 16,3 años luz hace falta un telescopio con sus instrumentos esparcidos en 70 kilómetros.
Volcanes y atmósferaSegún explica Schneider, el viaje hacia este objetivo comienza así: en las próximas décadas se desarrollarán dos generaciones de misiones espaciales para analizar con mayor detalle los exoplanetas, aquellos mundos situados fuera de las fronteras del Sistema Solar. Las primeras contarán con coronógrafos de hasta 2,5 metros de ancho y las segundas añadirán instrumentos aún más sofisticados para ayudar a la búsqueda de planetas similares a la Tierra y potencialmente habitables. Después, misiones de seguimiento investigarán cualquier potencial signo de vida. Semejantes iniciativas requerirán un profundo rastreo del espacio. Por ejemplo, para tomar una imagen de 100 píxeles de un planeta dos veces el tamaño de la Tierra situado a 16,3 años luz hace falta un telescopio con sus instrumentos esparcidos en 70 kilómetros.
Esas imágenes de exoplanetas nos permitirían ver detalles como anillos, nubes, océanos, continentes y quizás incluso bosques o sabanas, si existieran. Un seguimiento a largo plazo nos revelaría cambios estacionales, eventos volcánicos... y detalles importantísimos sobre su atmósfera. Llegados a este punto, para Schneider, además de estar atentos a las señales convencionales de vida tal como las conocemos, como por ejemplo el oxígeno en la atmósfera, deberíamos estar atentos a «marcas tecnológicas», señales que no puedan explicarse simplemente por la química orgánica compleja y que pueden tomar la forma de luz láser, gases clorofluocarbonos o incluso construcciones artificiales.
Un viaje largo y peligroso«Buscar extraterrestres es filosóficamente importante, nos diría qué es esencial en la condición humana», afirma Schnedir. Sin embargo, si los científicos detectaran señales de vida, se tardaría siglos antes de que la humanidad pudiera conocer que aspecto tienen esos seres. Para Hawking puede ser motivo de respiro, pero para Schneider resulta «muy frustrante». Para mostrar la complejidad de la tarea, pone un ejemplo. Para observar una criatura alienígena de 9 metros de alto y 9 de ancho -un organismo gigantesco- que habitara un planeta en Alpha Centauri, el sistema solar más cercano al Sol y a 4,37 años luz de distancia de nosotros, los elementos que componen un gran telescopio tendrían que cubrir una distancia de casi 650.000 kilómetros, más o menos el radio del Sol. Para determinar si la criatura se mueve a una velocidad de medio metro por minuto -la velocidad a la que no hay dudas de que el movimiento no es un error de observación- la superficie necesaria del telescopio para recoger los fotones de la imagen tendría que superar el millón y medio de kilómetros de ancho.
El científico deduce que la única alternativa sería la de enviar naves espaciales al planeta en cuestión, pero un viaje así sería largo y peligroso. Al 30% de la velocidad de la luz, un grano de 100 micrones de espesor, aproximadamente el ancho de un cabello humano, tendría tanta energía cinética como un cuerpo de cien toneladas viajando a 96 kilómetros por hora. Ninguna tecnología actual nos protegería de esa amenaza. Viajar más despacio sería viajar más seguro, pero incluso al 1% de la velocidad de la luz la nave tardaría miles de años en llegar a su destino.
A no ser que la física cambie drásticamente en los próximos años, parece que ver la cara de un extraterrestre nos llevará siglos. A no ser que sean ellos quienes vengan a visitarnos...
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