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Alimentos orgánicos: mitos y verdades

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La popularidad de los productos orgánicos ha crecido en los últimos años ha pesar de que sus precios continúan siendo altos. No es extraño que en países desarrollados como Austria y Suiza la demanda de esta clase de alimentos supere el 10 por ciento del sistema alimentario nacional, mientras que en Estados Unidos y Japón ya se acerca al 20 por ciento.


Irónicamente, los países en vías de desarrollo, principales productores y exportadores de alimentos orgánicos, presentan los índices más bajos de su consumo. La razón es muy simple: comer orgánico puede ser lo ideal, pero cuesta caro. ¿Pero qué se esconde tras la etiqueta de “orgánico”?

En teoría, se consideran "orgánicos" los alimentos libres de la contaminación de sustancias como fertilizantes, herbicidas o pesticidas químicos, u hormonas, antibióticos, aditivos y conservantes artificiales, y que han sido cultivados y procesados de forma completamente natural, sin alteraciones genéticas ni de ninguna índole.

Pero estas cualidades que se les atribuyen a los productos orgánicos son realmente difíciles de establecer, y también de verificar. La única forma de tener una garantía de la organicidad de los productos que nos venden bajo esta etiqueta sería el establecimiento de una regulación mundial que prohíba su comercialización sin la debida certificación. Y aún así nos quedarían las dudas…

Por ejemplo: el yogurt que doy a mi hijo de 2 años está certificado por la USDA (U.S Department of Agriculture) como orgánico. Asumo que la leche con el que lo elaboraron la dio una vaca alimentada 100 por ciento con pasto y granos producidos orgánicamente, en suelos sin fertilizantes químicos. Asumo además que el animal, completamente sano, no recibió hormonas ni antibióticos, y que al yogurt en cuestión no le añadieron sabores, endulzantes ni colorantes artificiales.

Son tantos los detalles, y tan complicadamente natural el proceso, que cuesta creer que tanto producto etiquetado “orgánico” en los estantes del supermercado es el resultado de algo semejante.

Países de América Latina como México, Argentina, Chile y Uruguay han avanzado en la legislación sobre los productos orgánicos. El gobierno mexicano aprobó una ley al respecto en el 2006, con el objetivo de “promover y regular los criterios y/o requisitos para la conversión, producción, procesamiento, elaboración, preparación, acondicionamiento, almacenamiento, identificación, empaque, etiquetado, distribución, transporte, comercialización, verificación y certificación de productos producidos orgánicamente”, cubriendo así todas las etapas de la producción y comercialización de los mismos.

Mitos y verdades

Un estudio difundido por la publicación New Scientist en el 2006 sostiene que “los alimentos orgánicos ayudan a reducir el riesgo de sufrir tanto problemas cardiovasculares como cáncer”.

Pero un reporte reciente de investigadores del London School of Hygiene and Tropical Health, de Gran Bretaña, afirma que sólo un número “desalentadoramente reducido" de estudios serios se ha centrado en analizar si los alimentos orgánicos ofrecen beneficios a la salud que superen a los convencionales.

Hasta el momento, un probado beneficio de los alimentos orgánicos (al menos en teoría) es que están libres de residuos químicos. Un producto orgánico, por reglamentación, no debe tener aditivos, colorantes ni preservativos artificiales. Tampoco son permitidos plaguicidas ni fertilizantes en su cultivo, y en el caso de las carnes, no presentarán residuos de medicamentos, hormonas ni metales pesados (como plomo y mercurio).

Por otro lado, una de las mayores desventajas de los alimentos orgánicos es el poco tiempo que resisten después de ser cosechados, o procesados, sin perder su frescura y cualidades, lo que obliga a sus productores a gastos enormes en materia de transportación y refrigeración, en caros procedimientos de conservación como los de Atmósfera Controlada.

Los costos de la producción orgánica también son elevados, y en consecuencia los precios de los productos, por lo que –al menos en las ciudades y en los países pobres- no están aún al alcance de todos los bolsillos.

Evita que den gato por liebre

Si estas pensando en incorporar la alimentación orgánica a tu dieta, empieza por aprender a identificar los productos orgánicos. A continuación, tres pistas a seguir para lograrlo:

- Asegúrate de que esté debidamente certificado por una autoridad competente para hacerlo. El sello que así lo acredita debe estar visible en el embase, y garantiza que el producto ha sido procesado según normas estándares, verificadas por organizaciones autónomas estatales o privadas acreditadas.

- A diferencia de los productos no ecológicos, que de tan perfectos parecen de plástico, los orgánicos poseen forma y tamaños irregulares, porque crecen de forma natural.

-El sabor, y los olores, recuerdan a las frutas del patio de la abuela.

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