Los incendios forestales son convidados indeseables de cada verano en España. Hay años buenos, los dos últimos, y años malos, como éste, en el que han ardido 75.000 hectáreas, el doble que en 2008.
Pero además, se va imponiendo un nuevo modelo de fuego.
Son los incendios de 'alta intensidad'; escasos en número, pero muy virulentos. Sus víctimas son la capa vegetal y, ahora también, los habitantes de tantas urbanizaciones edificadas en zonas arboladas del país. Greenpeace los cataloga como incendios «de cuarta generación», hijos del calentamiento global - con frecuentes olas de calor extremo- y del cambio de uso del suelo -abandono de la actividad agrícola y ganadera tradicional-, entre otros factores que acrecientan su potencial.
Los grandes incendios ya no queman sólo masas forestales más o menos aisladas, ahora tocan peligrosamente a la puerta de viviendas y zonas habitadas. El libro 'El futuro en llamas. Cambio climático y evolución de los incendios forestales en España', presentado este jueves por la organización ecologista, da cuenta de la transformación que afecta a éste y otros países de clima mediterráneo, como Portugal, Grecia e Italia, a los que se suman California y Australia. Todos ellos han ofrecido en los últimos años ejemplos sobrados de grandes fuegos incontrolables que obligan a desalojar a la población y movilizan grandes operativos de protección civil.
«Como vimos en Galicia en 2006, recientemente en la isla de La Palma o en El Arenal, los incendios forestales son cada vez más un problema de seguridad pública, con la muerte de personas y pérdida de bienes que contraen», explicó Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace en España.
España, en llamas
En lo que va de verano, España ha sufrido 25 grandes incendios forestales -de 500 o más hectáreas, cuando la media estival son 10 al año, y a ellos se debe el 65 por ciento del total de la superficie calcinada. La mayoría responde a ese nuevo patrón de fuego virulento que prende en condiciones de alta temperatura, viento y baja humedad, cuyo control es imposible a menos que la meteorología dé un respiro. Y ha habido trece víctimas mortales frente a las 8 de promedio de otros años.
La Península Ibérica es unas de las zonas más vulnerables al cambio climático y todos los vaticinios concuerdan; las temperaturas medias seguirán subiendo y habrá más episodios de calor extremo. «Este hecho, sumado al despoblamiento rural, la falta de gestión de las masas forestales y la proliferación de combustible vegetal en el campo, obliga a las administraciones a actuar y preparar los ecosistemas forestales españoles», aseguró Soto. Por esta razón, el responsable de bosques de Greenpece recalcó la necesidad de «elaborar más planes de ordenación del monte», concluyó.
Pero además, se va imponiendo un nuevo modelo de fuego.
Son los incendios de 'alta intensidad'; escasos en número, pero muy virulentos. Sus víctimas son la capa vegetal y, ahora también, los habitantes de tantas urbanizaciones edificadas en zonas arboladas del país. Greenpeace los cataloga como incendios «de cuarta generación», hijos del calentamiento global - con frecuentes olas de calor extremo- y del cambio de uso del suelo -abandono de la actividad agrícola y ganadera tradicional-, entre otros factores que acrecientan su potencial.
Los grandes incendios ya no queman sólo masas forestales más o menos aisladas, ahora tocan peligrosamente a la puerta de viviendas y zonas habitadas. El libro 'El futuro en llamas. Cambio climático y evolución de los incendios forestales en España', presentado este jueves por la organización ecologista, da cuenta de la transformación que afecta a éste y otros países de clima mediterráneo, como Portugal, Grecia e Italia, a los que se suman California y Australia. Todos ellos han ofrecido en los últimos años ejemplos sobrados de grandes fuegos incontrolables que obligan a desalojar a la población y movilizan grandes operativos de protección civil.
«Como vimos en Galicia en 2006, recientemente en la isla de La Palma o en El Arenal, los incendios forestales son cada vez más un problema de seguridad pública, con la muerte de personas y pérdida de bienes que contraen», explicó Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace en España.
España, en llamas
En lo que va de verano, España ha sufrido 25 grandes incendios forestales -de 500 o más hectáreas, cuando la media estival son 10 al año, y a ellos se debe el 65 por ciento del total de la superficie calcinada. La mayoría responde a ese nuevo patrón de fuego virulento que prende en condiciones de alta temperatura, viento y baja humedad, cuyo control es imposible a menos que la meteorología dé un respiro. Y ha habido trece víctimas mortales frente a las 8 de promedio de otros años.
La Península Ibérica es unas de las zonas más vulnerables al cambio climático y todos los vaticinios concuerdan; las temperaturas medias seguirán subiendo y habrá más episodios de calor extremo. «Este hecho, sumado al despoblamiento rural, la falta de gestión de las masas forestales y la proliferación de combustible vegetal en el campo, obliga a las administraciones a actuar y preparar los ecosistemas forestales españoles», aseguró Soto. Por esta razón, el responsable de bosques de Greenpece recalcó la necesidad de «elaborar más planes de ordenación del monte», concluyó.
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