Nessie es mucho más que un monstruo. Él solito aporta a las arcas de las Tierras Altas escocesas 8,5 millones de euros anuales que gastan los turistas que visitan la región con la esperanza de verlo. Lo que pasa es que, 76 años después de sus primeras grandes apariciones públicas, da la impresión de que la criatura se ha jubilado. Los avistamientos se han reducido hasta tal punto que sobran dedos de una mano para contar los registrados en 2007, 2008 y lo que llevamos de 2009. Y eso ha generado la lógica preocupación en Inverness.
Para el naturalista aficionado Adrian Shine, el bajón de observaciones se debe a que «vivimos tiempos más pragmáticos, y las personas son cada vez más conscientes del tipo de ilusiones que pueden ocurrir en el agua». Él llegó al lago en 1973 a la caza del monstruo, ha participado desde entonces en casi todos los proyectos de búsqueda y, a pesar de lo esquivo de Nessie, mantiene la fe. «No creo en el monstruo del lago Ness todavía porque no hay suficientes pruebas para ello. Pero mil personas como usted y como yo creen haberlo visto», declaraba a 'The Toronto Sun' hace dos años.
Un animal tímido
La historia moderna de Nessie empezó en los años 30 del siglo pasado cuando, tras la construcción de una carretera ribereña, se multiplicaron los avistamientos del monstruo. La imagen más famosa de la criatura -reproducida hasta la saciedad en libros y revistas- es en blanco y negro y data de 1934. Se ve en ella un largo cuello que emerge de las aguas. Está coronado por una cabeza de serpiente. Era la mejor prueba de la existencia de un extraño ser hasta que en 1993 confesó el engaño el adulto que de niño modeló la figura y la puso sobre una base de madera para que fuera fotografiada. Tímido como los extraterrestres y el yeti, Nessie nunca se ha dejado fotografiar con nitidez ni ha salido en una de las grabaciones de las cámaras de vídeo que vigilan el lago.
La tradición apunta a que nos encontramos ante un plesiosaurio, un reptil acuático de la época de los dinosaurios que habría quedado atrapado en Escocia. Y ahí se suman nuevos problemas a la ausencia de pruebas: no hay bicho que viva tanto -los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años-, el lago Ness estuvo congelado durante mucho tiempo hasta hace unos 12.000 años y el alimento -los peces- no es lo suficientemente abundante para mantener a un predador de entre 10 y 20 toneladas.
Los criptozoólogos como Shine tienen, no obstante, respuesta para todo: estaríamos hablando no de un ejemplar, sino de una población de Nessies que entrarían de vez en cuando del mar al lago, permanecerían un tiempo en él y luego volverían a salir. Es una explicación a la medida de los inconvenientes que no resuelve nada, abre nuevas incógnitas -¿por dónde entran y salen?, ¿por qué nunca han sido descubiertos fuera del lago?- y sitúa al monstruo del lago Ness en el reino del Ratoncito Pérez, el de la ilusión.
Para el naturalista aficionado Adrian Shine, el bajón de observaciones se debe a que «vivimos tiempos más pragmáticos, y las personas son cada vez más conscientes del tipo de ilusiones que pueden ocurrir en el agua». Él llegó al lago en 1973 a la caza del monstruo, ha participado desde entonces en casi todos los proyectos de búsqueda y, a pesar de lo esquivo de Nessie, mantiene la fe. «No creo en el monstruo del lago Ness todavía porque no hay suficientes pruebas para ello. Pero mil personas como usted y como yo creen haberlo visto», declaraba a 'The Toronto Sun' hace dos años.
Un animal tímido
La historia moderna de Nessie empezó en los años 30 del siglo pasado cuando, tras la construcción de una carretera ribereña, se multiplicaron los avistamientos del monstruo. La imagen más famosa de la criatura -reproducida hasta la saciedad en libros y revistas- es en blanco y negro y data de 1934. Se ve en ella un largo cuello que emerge de las aguas. Está coronado por una cabeza de serpiente. Era la mejor prueba de la existencia de un extraño ser hasta que en 1993 confesó el engaño el adulto que de niño modeló la figura y la puso sobre una base de madera para que fuera fotografiada. Tímido como los extraterrestres y el yeti, Nessie nunca se ha dejado fotografiar con nitidez ni ha salido en una de las grabaciones de las cámaras de vídeo que vigilan el lago.
La tradición apunta a que nos encontramos ante un plesiosaurio, un reptil acuático de la época de los dinosaurios que habría quedado atrapado en Escocia. Y ahí se suman nuevos problemas a la ausencia de pruebas: no hay bicho que viva tanto -los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años-, el lago Ness estuvo congelado durante mucho tiempo hasta hace unos 12.000 años y el alimento -los peces- no es lo suficientemente abundante para mantener a un predador de entre 10 y 20 toneladas.
Los criptozoólogos como Shine tienen, no obstante, respuesta para todo: estaríamos hablando no de un ejemplar, sino de una población de Nessies que entrarían de vez en cuando del mar al lago, permanecerían un tiempo en él y luego volverían a salir. Es una explicación a la medida de los inconvenientes que no resuelve nada, abre nuevas incógnitas -¿por dónde entran y salen?, ¿por qué nunca han sido descubiertos fuera del lago?- y sitúa al monstruo del lago Ness en el reino del Ratoncito Pérez, el de la ilusión.
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