Hoy celebramos a Santa Flavia Domitila. Casada con Flavio Clemente, sobrino del Emperador Vespasiano y Cónsul en el año 95, ambos esposos se convertirán al cristianismo. A la muerte del César, Domiciano, que fue el que le sustituyó, desató una persecución mayor que las anteriores.
En ese momento no se distingue entre judíos y cristianos puesto que tanto unos como otros son considerados ajenos a las costumbres romanas. El problema se reabre al exigirles el mismo pago de impuestos que los demás romanos. Cuando hace el censo comprueba que el número de cristianos, a los que él llama paganos, por no aceptar la religión oficial del Imperio Romano, está muy arraigado. Incluso los altos estamentos burocráticos acogen a muchos seguidores de Cristo. Por eso, se procede a delatarles y apresarles. Entre los denunciados figuran Flavio y su mujer. Él será martirizado de inmediato, pero ella será desterrada probablemente a la Isla Mandataria, antes de padecer por el Reino de los Cielos. Así tuvieron ocasión de dar testimonio, muriendo a esta vida para nacer a la Gloria de los hijos de Dios, cumpliéndose lo que dice el Evangelio: “Os detendrán, os azotarán y os llevarán a los tribunales. Pero no os preocupéis de preparar vuestra defensa, ni de lo que diréis. El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo”.
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