Escultores como Manolo Boix, Natividad Navalón o Ramón de Soto encargan a firmas industriales con una sensibilidad especial la realización de obras que posteriormente adornan las calles, edificios públicos y privados, o se exponen en museos
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De tanto trabajar en la fábrica, Chaplin salía con el tic de apretar tuercas allá por donde iba. Esos 'Tiempos modernos' que rodó el mítico cómico en 1936 se repiten en fábricas de todo el mundo, pero no todas las naves industriales son iguales. En los tiempos actuales, triunfa la mezcla, y existen lugares donde el ruido de la radial, el sonido de los ventiladores o el montaje de un andamio se mezclan con discusiones sobre la forma y el fondo, debates sobre el espacio y el arte.
Al igual que el artista nace y se va haciendo, una obra de arte brota de la inspiración y, en el caso de la escultura, precisa de un lugar donde el concepto artístico se traduzca en el objeto artístico. En una nave de Carlet saben mucho de esa transición.
Allí hay numerosos artistas rodeado de cables, grúas, pasteras, sacos de cemento y arena triturada. Y son también muchas las obras de arte rodeadas de pulidores, picadores, fundidores, arquitectos y administrativos que en ocasiones colaboran y trabajan con catedráticos de escultura, consejeros del Consell Valenciá de Cultura, doctores ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, profesores universitarios, alumnos de Bellas Artes y algún que otro Premio Nacional de las Artes Plásticas.
El arte no es un asunto que incumbe solamente a los alquilados en las buhardillas donde suena el jazz y se vive la vida con espíritu bohemio; también tiene mucho que ver con hornos, palés y taladros.
Jaume Espí S. L. es una empresa situada junto al Polígono Ciutat de Carlet, en la carretera de la Cruz Negra, en una nave de cerca de 2.000 metros cuadrados y casi seis metros de altura. Su aspecto exterior es el de la cuna de cualquier producto industrial, pero al entrar se despliega un gigantesco espacio artístico al que han recurrido muchos escultores y creadores valencianos durante la última década.
«Manuel Boix fue de los primeros que demandó los servicios de esta fábrica, pero no el único, pues artistas como Natividad Navalón, Ramón de Soto, Sebastiá Miralles, Pereira y otros escultores que vienen aquí a que les fundamos las piezas o a resolver cuestiones técnicas. Resolvemos necesidades derivadas tanto de la ejecución de una idea como a la hora de encontrar un espacio físico donde se pueda levantar una escultura de grandes dimensiones. Lo normal para el trabajo de un escultor no es disponer de tanto espacio como el que ofrece este hangar, no sería viable», explica Jaume Espí, propietario de la firma y, a su vez, artista que ha expuesto en repetidas ocasiones en galerías valencianas como Galeria i Leonarte.
Bohemios e ingenieros
Junto a clientes de talante bohemio, la fábrica de Jaume Espí también trabaja para firmas de gran envergadura como CMD Ingenieros, una empresa valenciana que les ha encargado un importante volumen de material destinado a decorar espacios urbanos en distintas ciudades de Georgia. «Un trabajo como el que hacemos para CMD en Georgia es un encargo con mayúsculas, porque se trata de una exposición permanente, es algo que nos motiva de verdad, algo distinto a una exposición en una galería, que apetece, pero que no es igual», explica Espí, que esta semana tenía a buena parte de su equipo (varias decenas de personas trabajan en la fábrica) preparando el envío al país caucasiano de cinco esculturas de ocho metros de altura.
No hay que irse hasta el mar Negro para contemplar obra propia de esta fábrica. Sin ir más lejos en el tiempo y en la distancia, la empresa de fundición firma una escultura situada en las nuevas instalaciones de la Escuela de Negocios Lluís Vives, en el Parque Tecnológico de Paterna, inaugurada hace dos semanas.
Vicente Muñoz, gerente de la empresa de Carlet, hace memoria: «Esta nave empezó a funcionar hace 10 años y en los momentos con mayor carga de trabajo aquí llegan a juntarse más de medio centenar de personas». En la Comunitat, los artistas recurren a las habilidades del mundo industrial de manera constante.
El artista Miquel Navarro asegura que trabaja con cuatro o cinco firmas valencianas distintas. Es el caso de Talleres Cerveró, donde Navarro mecaniza el aluminio, a un par de empresas de Manises les encarga la cocción y colado de piezas, un laboratorio de la ciudad de Valencia amplía sus fotografías, y una firma fabricante de válvulas, Bombas Borja, ha realizado encargos para el artista cuando ha precisado fundir alguna pieza.
«Un escultor nunca deja a nadie interpretar un dibujo suyo, porque la obra no es una imagen en un plano, sino que posee un volumen tridimensional, por lo que dar un dibujo a la libre interpretación del que le da forma es una locura. Hay que estar encima, muy próximo a la obra, durante su fabricación», asegura Navarro, quien se reconoce un cliente insistente. «Se aspira a la perfección, y en mi caso no busco la participación, sino la ejecución, y cuando quieres hacer un cambio hay que tener claro que es necesario presentarse en la fábrica en persona, bien temprano, a pie de obra, literalmente. Cada uno es como es, pero yo, al llevar un original a una fábrica, quiero que salga hasta mi huella digital si así la he dejado sobre la pieza».
Los escultores acuden a la fábrica de Carlet a que les fundan las estructuras o a resolver cuestiones técnicas.
«Cada uno tiene sus cositas», admite un trabajador de la fábrica al referirse a los artistas con los que se colabora. Los métodos de trabajo son muy diferentes. Cada escultor resuelve un problema de una manera distinta.
«Aquí, cuando nos encontramos con un dilema se pide opinión y se escucha a un montón de gente», señala un miembro del equipo técnico de Jaume Espí S. L., hasta donde los artistas llegan a veces con una maqueta, otras con un dibujo y otros simplemente con una idea.
«Toda la primera parte de la última exposición que realicé para el IVAM se la encargué a ellos, porque para realizar una fundición de material hace falta una tecnología muy potente y precisa que en casa, obviamente, no tienes», señala Natividad Navalón, una de las clientes de la nave de Jaume Espí que reconoce tocar y retocar la pieza hasta que el hierro está al rojo vivo, e incluso después.
Navalón presentó el pasado mes de diciembre en el IVAM 'La maleta de mi madre', una instalación compuesta de varios espacios en los que se analiza las relaciones entre madres e hijas. La figura de la niña que protagoniza el arranque de la muestra, o el enorme bolso materno, fueron obras salidas de la fábrica de Espí.
Aspecto peculiar
La nave presenta un aspecto muy peculiar. Los tradicionales monos azules se combinan con rastas. La edad de la plantilla oscila entre los 25 y los 45 años, y su formación es enormemente variada.
Los objetos habituales en cualquier fábrica relacionada con la construcción (arena, tornos, martillos, andamios, hormigoneras, cascos antiruido, destornilladores, espátulas, compresores, cascotes, contenedores, radiales, guantes de cuero...) se disputan el territorio con material propio de las Bellas Artes (pinceles, los guantes de látex, maquetas, dibujos, bocetos, esculturas, moldes de cera, ángeles con alas de bronce, árboles de escayola, un pie de corcho de tres metros de alto, caracoles gigantes de hierro diseñados para actuar como bolardos...), y cada dos por tres se cruza el sonido de los sopletes con las discusiones sobre cómo rematar un molde para una pieza de un artista fallero. «No, no, así no, tiene que ser toda la pieza entera», comenta Pere, la mano derecha creativa de Espí, a un soldador, mientras sostiene un molde de cera y un ventilador zumba a toda velocidad para secar la moloquita.
La escultura es una de las disciplinas de las Bellas Artes que genera más empleo, al margen del trabajo que da a los propios artistas. Navarro señala que hay «mucha gente trabajando alrededor de una pieza. Según el material empleado, se precisa de un transporte específico o de una fabricación en grandes instalaciones». El artista valenciano prefiere estar a pie de obra cuando la pieza no consta de parámetros matemáticos muy exactos, como fue el caso de El Parotet, fabricado en Cantabria.
«Cuando voy a Cerveró me gusta hablar con ellos y que me consulten cualquier cosa. La escultura tiene todo un sistema de fabricación muy industrial, con maquinaria importante», comenta Navarro, quien a veces sólo pide que le fabriquen las distintas piezas «y luego yo las monto en mi taller, hago labor de ensamblaje y composición». Navarro está muy atento a su obra. «Hice un anagrama para la Casa de la Caridad, una cara azul, y me preguntaron a quién le podían pedir una escultura de aquel dibujo, y para mí eso es inconcebible. Prefería hacerlo yo sin ninguna duda, y si en el momento en que alguien me fabrica una pieza tiene alguna pega o alguna duda, saben que me pueden llamar al instante», explica.
«Se crea una relación algo más que profesional. Con Boix tengo buena amistad desde hace años. El interés económico de este tipo de trabajos para artistas es mucho menor que el interés en los conocimientos que se intercambian. Aprendemos todos de todos, porque nosotros partimos de una técnica de trabajo y los artistas que vienen tienen otras. Enriquece», explica Espí, un artista con capacidad para desarrollar este proyecto industrial ya consolidado.
Espí reconoce que la relación con otros artistas precisa de mucha comprensión porque son clientes «delicados, el que no tiene una cosa tiene la otra, son personas con las que hay que buscar un entendimiento casi afectivo, muy emocional, un asunto de piel. En ocasiones nos echan en cara que no se les hace el suficiente caso o que hay retraso en una entrega, pero son personas a las que les importa el resultado final, la obra, y esa es su satisfacción y la nuestra».
«La relación recuerda un poco a las vanguardias de principios del siglo pasado. Se parece a la unión y el diálogo que había entre artistas y que hoy ya no existe. Ahora, cada uno va por libre, a la suya, y este lugar es una manera de que el escultor se junte con nosotros y hablemos sobre arte, sobre una pieza, tanto de cuestiones técnicas como de asuntos conceptuales», reflexiona Espí después de quitarse las gafas de plástico que le protegen los ojos durante el pulido del hormigón.
Chaplin, uno de los grandes genios artísticos del siglo XX, retrató las fábricas como lugares inhumanos, carentes de creatividad, nada más lejos de la realidad que se vive día a día en una fábrica de Carlet.
BURGUERA dburguera@lasprovincias.es |
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