En los tiempos de Diocleciano, tras un periodo de flexibilidad se recrudece la persecución hacia los cristianos. El gobernador Daciano, procedente de las Galias, entra en Hispania, dispuesto arrasar la Fe.
Diversos lugares serán saqueados por seguir lo que Roma cree una superstición.
Tal y como refieren las Actas Martiriales, en Toledo, Leocadia es una niña conducida hasta el Prefecto por ser discípula de Cristo.
Su dulzura y valor le hacen resistir a los halagos del tirano que le invita con halagos para intentar que sucumba a la tentación.
La firmeza con que se muestra, hace que descarguen sobre ella mayor dureza cuando la conducen a una cárcel donde morirá en condiciones infrahumanas.
Junto a la tumba, en la vega del Tajo, comienza a tomar cuerpo el culto a la Santa, erigiéndose una basílica, y poniéndose bajo su protección todo tipo de apostolados que se realizaban.
Los restos de Leocadia, reposan actualmente en el Ochavo de la Catedral, en un arca, que hizo el platero Merino.
Santa Leocadia 9 de diciembre
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