El "Jardín de Aspiro" historia y naturaleza

En Pinar del Río, la provincia más occidental de Cuba, enclavado en La Sierra del Rosario, se halla un lugar de extraordinaria belleza e interesante pasado histórico. Se conoce con el nombre de "Jardín de Aspiro" y se ha desarrollado a la sombra de un jardín Botánico que los expertos consideraban el más completo de Cuba.


El topónimo se debe en parte, al comerciante español Don José de Aspiro, fundador del poblado y a un antiguo jardín botánico de notable importancia, creado en el siglo XIX por el naturalista José León Isidoro Francisco de la Trinidad Blain y Cervantes.

Aquel pionero ambientalista sembró, diseminó y cuidó, plantas endémicas, autóctonas, exóticas e introducidas.

El resultado fue un verdadero jardín botánico, con una extensión de 13 caballerías (unas 175 hectáreas).

Llegó a tener especies de Europa, Asía, África y América.

Plantó diversas variedades de palmeras, nueces de California, araucarias, manzanas, melocotones, cactus de infinidad de clases, curujeyes de flores bellísimas como el llamado: "Espíritu Santo", jazmines, dalias y lianas.

Este llegó a constituir el jardín de aclimatación más completo para entendidos de la materia, que existía en la Isla de Cuba.

Fue visitado por destacados estudiosos de las ciencias naturales como Felipe Poey, Juan Cristóbal Gundlach y Rafael Arango.


Este sitio también fue escenario de importantes sucesos relacionados con diversas etapas de la historia cubana.

La región fue poblada originalmente por comunidades aborígenes de tradiciones mesolíticas (industria de la piedra, época de transición) cuya presencia se demuestra en diversos asentamientos arqueológicos.

Asimismo, estos parajes sirvieron también de refugio a esclavos apalencados que huían de las plantaciones, convirtiéndose en cimarrones.

De las guerras independentistas se dice que Juan Antonio Blaín, se unió a las tropas del General Antonio Maceo cuando tenía solo 13 años.

Sirvió de mensajero también su hermano Arturo Blaín que alcanzó los grados de Capitán del ejército libertador.

La finca Balestena, propiedad de Carlos Sauvalle y Blaín, amigo del héroe nacional cubano, José Martí, fue lugar de reunión de importantes grupos conspirativos de los poblados de San Cristóbal y Santa Cruz.

En ella se efectuó el reencuentro de Martí con Rafael del Pino, antiguo compañero de estudios en España.

Los restos de la casa colonial de la familia Sauvalle, están ubicados cerca del actual Jardín de Aspiro y aún se conservan vestigios de muros y cimientos.

Martí viajaba hasta allí utilizando el Ferrocarril del Oeste, que para 1879 ya pasaba por Candelaria, San Cristóbal y Santa Cruz de los Pinos.

El héroe nacional recordaba, a pesar del tiempo, la descripción de un hermoso paisaje, las palmas, los pájaros, el río, y la tierra "buenas para pelear" como demostró Antonio Maceo en su campaña militar en 1896.

Los primeros años de la década del 60 del siglo XX, fueron para la zona de Aspiro, de gran significación histórica.


En primer lugar, se desarrolló entre abril y diciembre del año 1961, una fructífera campaña de alfabetización, siendo una de sus protagonistas: Irma Echeverría, vecina del propio caserío, la cual, creció, vivió y murió en Aspiro. Dada la importancia del área, el Museo Municipal logró la coordinación con el Instituto Cubano de Antropología, el Instituto de Historia de Cuba y el Museo Nacional de Estocolmo en Suecia para realizar un estudio antropológico y arqueológico.

Las piezas extraídas fueron donadas en el año 2007 al Museo Municipal de Aspiro.

No muy lejos de lo que antaño fuera el edén de la botánica hoy se desarrolla el campismo popular "Jardín de Aspiro", lugar turístico para esparcimiento de la juventud amante de la naturaleza.

También se observan los cimientos de un templo perteneciente a la orden religiosa francesa La Salle, destinada a la educación y la pedagogía y establecida en Cuba en la primera mitad del siglo XX.

La iglesia estaba erigida con maderas preciosas hasta en los pisos, y según cuentan los vecinos más longevos de la zona, se encontraba finamente decorada.

La construcción desapareció alrededor de 1960.

Muchas de las personas que aun viven en la zona fueron bautizadas en aquel santuario y asistieron a servicios religiosos celebrados allí, donde funcionaba también un centro de enseñanza.

Alberto Calzada, de 73 años de edad, uno de los vecinos más antiguos, llegó a establecerse en esa zona a la edad de seis años con sus padres y hermanos.

En el año 1941, cuando ellos llegaron ya existía la instalación religiosa y el colegio.

Hoy, aun vive en la casa que ocupó la familia desde su llegada, un vara en tierra bien rustico, alejado del pueblo, ubicado en el lomerío, con una de las mejores vistas de toda la zona.

A él como a muchos de los que visitamos asiduamente el lugar, lo enamoraron sus valores paisajísticos e históricos, y todavía lo impresionan los bellos amaneceres con neblina.

Allí se ubica el río Taco-Taco que recorre un largo trayecto, mostrando las bellezas de sus numerosos saltos de agua de hasta 10 metros.

La mansa corriente se pierde atravesando cavernas dispersas en el área, dando de beber a los tocororos que revolotean en masa por sus riberas.

Ese escenario alberga a reptiles y anfibios, como la ranita más pequeña del mundo y el inmutable sapo bufo.

Por desgracia este sitio fue víctima de los fenómenos climatológicos Gustav y Ike, huracanes que en 2008 cambiaron esta belleza paradisíaca por extensas pilas de troncos sin vida, que mantuvieron los caminos enmarañados por no menos de 6 meses.

La suerte es que el tiempo lo cura casi todo y hoy el lomerío se observa reverdecido.

Lugares antaño ocupados por grandes árboles hoy se vuelven un enredo de bejucos entrelazados, que antes las sombras de los gigantes verdes no dejaban crecer.

Hay que reforestar, sin dudas, ese paraje, una tarea que pensamos emprender pronto los apasionados por este increíble paraíso.

(*) La autora es arqueóloga cubana, buzo especialista y colaboradora de Prensa Latina.