«Si estamos contentos con lo que somos, ¿qué importa el resto? El resto es adyacente, circunstancial, viene y se va» El secreto de la felicidad es estar contento con lo que uno es. No sé si éste es el secreto de la felicidad, porque no soy profeta ni soy infalible, pero se me ha ocurrido esta frase, tan sencilla, y es posible que sea cierta. Si estamos contentos con lo que somos, ¿qué importa el resto? El resto es adyacente, circunstancial, viene y se va, puede incordiar, pero no dura mucho. Lo que importa es la esencia, lo que es, ahora y siempre, lo que somos, y me gusta pensar que cuando hemos conquistado la felicidad, es decir, en este caso, cuando estamos contentos con lo que somos, el resto importa poco.
Estar contento con lo que uno hace, con la gente que le rodea, con la vida que ha construido a su alrededor y que otros también le han ayudado a construir. Estar contento con el día a día, con lo cotidiano, con lo que parece que no llama mucho la atención pero que, todo junto, construye una vida entera. Los sucesos excepcionales, los momentos de relumbrón, de éxito, de euforia, si llegan, si se producen, no son más que excepciones en una vida medianamente normal, y hasta la vida de más éxito se construye con pequeños momentos. El gran compositor vive la música, la rumia y la escribe poco a poco todos los días, y si tiene arrebatos de creatividad también encuentran su normalidad y fluidez. La estrella del fútbol, del baloncesto, entrena y se pule todos los días para rendir el máximo un partido, y la liga se hace domingo a domingo, y si se gana la explosión del triunfo dura un día, dos, una semana… pero luego se desvanece.
Estar contento con uno mismo. Con la novia, el novio, la mujer, lo que tengamos; disfrutando de nuestros hermanos, de ese vino delicioso, incomparable que es la amistad, la buena, la nunca y jamás bien exaltada amistad porque no se puede cantar suficientemente sus excelencias.
Estar contento con nuestras virtudes y nuestras limitaciones, viviendo y explotando al máximo las primeras y tratando de pulir las segundas, pero sabiendo que existen y que tenemos que vivir con ellas. Estar contento de todo lo bueno que tenemos, que otros no tienen, y aunque tengamos poco dando gracias al cielo o a lo que creamos por la suerte que hemos tenido. Quitarle importancia a lo peor que tenemos, siempre que no hagamos daño a nadie, y trabajando la autoestima, ese incalculable tesoro, sin dejar que se convierta en egolatría.
Esto no implica conformismo. Uno puede querer ser mejor, sin agobios, estando contento con lo que uno es. Si tu esencia está bien, si la aceptas y la vives con gozo, hermano, eres feliz.
EDUARDO MARTÍNEZ-RICO | ESCRITOR Y PROFESOR DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN DE IE UNIVERSIDAD
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El secreto de la felicidad
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