Cusco. En una mañana de julio del año pasado, que ahora se le escapa de la memoria, el arqueólogo Noé Huamán hizo un descubrimiento que puede cambiar drásticamente la forma de entender a la cultura wari en el Perú. Eran las 10 a. m. y luego de tres meses excavando en el sitio arqueológico inca de Espíritu Pampa, en el distrito de Vilcabamba, dentro de la provincia cusqueña de La Convención, encontró una vasija, tres hojas de hacha de cobre y 17 piezas de plata.
Cuando desenterró aquello, supo que lo que tenía entre las manos no era inca. Tres meses después, las investigaciones determinarían que se trataba de vestigios wari. Ese fue el primer paso de un camino que culminó esta semana con la presentación de las piezas encontradas en lo que el Ministerio de Cultura denomina como el gran hallazgo arqueológico de los últimos años.
Como recuerda el director regional de Cultura de Cusco, Juan Julio García, se pensaba que el imperio wari había penetrado en Cusco solo en la parte de la sierra y que la zona de Espíritu Pampa había sido habitada solo por los incas y como su último reducto tras la llegada de los españoles.
En octubre del año pasado, solo un mes después de que se determinara que las piezas descubiertas por Noé eran wari, se encontraron nueve tumbas: una principal y ocho que la acompañaban. El personaje que se encontró en la más importante –o lo que se encontró de él: dos dientes– ha sido denominado como el Señor de Vilcabamba.
Ciudad perdida.De acuerdo con José Carlos Silva Gonzales, director de Investigación y Catastro de la Dirección Regional de Cultura de Cusco, este hallazgo demuestra que la influencia wari en el Perú prehispánico es mucho más amplia de lo que se creía. Agrega que a partir de la información que se tiene de la cultura wari, este tipo de tumbas siempre estaba dentro de una ciudad o asentamiento y que no se trata de ninguna manera de un entierro de paso. “Sin embargo, aún no se poseen elementos para determinar la antiguedad de la ciudad ni su extensión”, precisa.
El complejo funerario cubre un área de excavación de 450 metros cuadrados. Se descubrieron en la tumba principal una máscara antropomorfa y un pectoral de plata, collares, brazaletes de oro con figuras de felinos y dos báculos de chonta forrados de plata.
Los primeros trabajos se hicieron para analizar la presencia inca en la zona y se comenzó a partir de unos huecos dejados por huaqueros hace más de cuarenta años. La tumba, según los primeros cálculos de los arqueólogos de la zona, data del año 1.000 de nuestra era. Hasta antes de este descubrimiento, las estimaciones académicas apuntaban a que el imperio wari no se había extendido hacia la selva, al este, más allá del actual territorio de Ayacucho.
Unos minutos después de la presentación oficial del descubrimiento, Noé responde algunas preguntas con la paciencia que solo cultiva quien quita siglos de tierra con una escobilla. Y quizá aún no se da cuenta del impacto que causará lo que sus manos desenterraron un día de julio que ya no recuerda.
En las tumbas se han encontrado 223 cuentas de plata y 17 cuentas de oro. También más de 100 piezas de cerámica. “Este hallazgo confirma que la cultura wari también logró dominar la selva”, concluyó el viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Bernardo Roca Rey.
www.nacion.com
Fernando González O.
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