Todos recordamos cuando en otras épocas los libros se ‘heredaban’, que pasaban de unos hermanos a otros hasta que el texto se quedaba inservible, por el deterioro o cambios importantes en el currículo educativo o se intercambiaban en la bajada ‘sal si puedes’ y bazares de libros usados.
Hoy día, año tras año, hay que comprar textos, que curiosamente, traen idénticas enseñanzas que los desechados. Es sabido, que el conocimiento humano no avanza tan rápidamente, como para que todos los libros se tengan que descartar de un año para otro; ni siquiera el inestable sistema educativo que poseemos varía de un curso a otro. Las razones de estos cambios hay que buscarlas en la fuente de riqueza y buen negocio que supone el editar millones de libros todos los años.
La situación del mercado de textos escolares en nuestro país no puede ser mejor para el comercio de epítomes. Algunas editoras, actúan casi a su antojo, con muy poca regulación; Incluyen o excluyen los contenidos cada año a su capricho y a pesar de eso, da la impresión, de que, por ejemplo, la asignatura de Historia se hubiese detenido en el tiempo; más aún, pretenden usar incluso, el sistema educativo en general, para expandir su monopolio.
Los libros deberían ser comprados por los institutos y colegios, y que sean prestados o alquilados al alumnado. Cuando un libro esté deteriorado y no sirva para su estudio es el momento de cambiarlo, y si hay una modificación del currículum escolar en alguna materia se hace el remplazo respectivo.
Otro aspecto en el comercio del texto escolar, es que el consumidor directo es el estudiante o mejor dicho los familiares son los compradores a los que se dirigen las empresas editoriales. A diferencia de naciones como los EEUU, en nuestro país, los padres, debemos asumir directamente el costo de los textos escolares. Cada año los acudientes invierten buena parte de su presupuesto en la compra de textos, que en la mayoría de los casos solo utilizan la mitad o peor aún, ni se usan. Lo que no sucede en los EEUU, donde los distritos adquieren los libros y se los entregan a los estudiantes en préstamo. Cada cinco años aproximadamente se renuevan los libros en las escuelas. Esa es, además, una manera de controlar el contenido que se incluye en los textos escolares y no se enmarca la educación del educando en una o pocas editoras; pues, no es saludable para su futuro profesional. En tanto, la visión de la educación conviene ir encaminada de la mano con las tecnologías, de un portátil sencillo, barato y con red en la silla de cada estudiante con el material didáctico digital incluido, propuesta muy acertada para que el lema ‘educación para todos en la sociedad de la información’ no se convierta en un negocio. Por ende, la educación no puede seguir enquistada en una burbuja antitecnológica, en una muralla analógica. La mediación de las tecnologías para la comunicación y la información es omnipresente, los contenidos interactivos y audiovisuales, las comunidades virtuales y las nuevas interacciones sociales representan el día a día de la mayoría de jóvenes de los que se han venido llamando ‘Nativos digitales’.
Hay que romper con los paradigmas de la educación tradicional, memorística, somnífera de papel, lápiz, pizarra y en la formación asimétrica que adoctrina en la pasividad, monotonía y el conformismo consumista, en el aprendizaje influenciado, sobre la plataforma de grandes corporaciones, con objetivos únicamente mercantilistas y económicos.
No obstante, a pesar de tantos textos costosos, cada vez es mayor el fracaso escolar, las deserciones, reprobaciones de ingreso a la universidad, los estudiantes no son capaces de redactar correctamente un párrafo; ni dominar otro idioma al finalizar la educación obligatoria, además, crece la incultura y desaparecen los buenos modales.
La enseñanza no puede aplazarse dando la espalda a la realidad, a la incorporación efectiva de medios tecnológicos que fomenten el aprendizaje significativo de los actuales jóvenes. Es fundamental la actualización permanente de los docentes, aportando medios y recursos para ello, también el cambio de concepción didáctica hacia métodos más participativos, democráticos y basados en el mundo real.
En definitiva, un tentáculo más del neocolonialismo salvaje, que intenta agarrar con todas sus fuerzas lo que para ellos es el ‘negocio educativo’, situación que debe ser contrarrestada por la responsabilidad, voluntad, la reflexión y la coherencia del profesorado y las comunidades educativas para perseguir hasta las últimas consecuencias el desarrollo íntegro y libre de los jóvenes y la búsqueda efectiva de una sociedad mejor, más justa e igualitaria.
*COMUNICADOR SOCIAL.
/www.laestrella.com.pa/
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