Pero no se dejen engañar por la edad de estos pequeños ingenieros, lo tienen todo controlado, aunque también los hay amantes del riesgo, como Bruno, con nueve años ya se deja llevar por la emoción de que la fortificación, de algo más de 31 metros de altura, se pueda venir abajo en cualquier momento. Precisamente, para que eso no ocurra se ha instalado una grúa que se encarga de izar los bloques ensamblados hasta lo alto. ¿Quién dijo que el ladrillo estaba en crisis?
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