Joaquín Rábago Bergen (Noruega), 29 may (EFE).- En el mercado del puerto de Bergen venden carne ahumada de ballena, salmón salvaje y gorros de gruesa lana, todo ello a la vista de los hermosos barcos fondeados en sus aguas.
Bergen se promociona internacionalmente como "puerto de entrada a los fiordos de Noruega", pero es mucho más que eso, algo que tiene que agradecer a los ricos comerciantes del pasado, que la convirtieron en un gran centro cultural.
Tiene por ejemplo una las sinfónicas más antiguas del mundo, el primer teatro nacional y es además cuna de quien se considera padre de la literatura danesa y noruega, el comediógrafo Ludvig Holberg, una especie de Moliere nórdico, cuya estatua vigila el pequeño puerto.
La pequeña Bergen, que a finales del siglo XVIII doblaba en tamaño a Cristianía, la actual Oslo, está sin duda orgullosa de sus creadores, y si en Londres proliferan las estatuas de políticos, mariscales y hombres de guerra, en esta ciudad son visibles los monumentos a sus artistas, entre los que destaca el compositor Edvard Grieg, máximo exponente de la música noruega.
El gran dramaturgo Henrik Ibsen no nació en Bergen, pero fue desde aquí desde donde se proyectó hacia el mundo, y así lo atestigua también su estatua, erigida frente al teatro nacional, un edificio en el estilo art nouveau que atestigua el orgullo de una burguesía ilustrada.
El más importante de los pintores escandinavos, el expresionista Edvard Munch, tampoco era de aquí, pero Bergen es seguramente la ciudad que conserva más cuadros suyos después de Oslo y está más que presente gracias al industrial Rasmus Meyer.
La colección que éste legó a esta ciudad es realmente magnífica con un total de treinta y dos lienzos, ciento dos grabados y dos dibujos, entre ellos obras icónicas como "Melancolía" o Celos".
Pero la colección Rasmus Meyer es mucho más rica, y contiene cerca de un millar de obras de arte, en su mayoría reunidas por el famoso industrial entre 1905 y 1910 hasta el punto de que a su muerte en 1916 sólo la Galería Nacional de Oslo.
El bello museo que alberga esa colección, situado junto a un pequeño lago, es sólo uno de una cadena de museos que hacen que la calle donde se encuentran se conozca como la calle de los museos, de visita imprescindible para cualquier amante del arte que se acerque a esta ciudad.
Porque a los treinta y dos cuadros de Munch de la colección antes citada hay que añadir la que reunió también en su día otro empresario y mecenas, Rolf Stenersen, que junto a obras destacadas de otros artistas noruegos de mediados del siglo XX tiene obras muy importantes de pintores como Pablo Picasso, el suizo Paul Klee o el llamado grupo CoBrA.
Los tres edificios- el tercero es el de una antigua central eléctrica, que, integrados por las distintas colecciones, constituyen actualmente el Museo de Arte de Bergen, totalizan más de 9.800 obras de arte, muchas de las cuales no habrá visto nunca siquiera reproducidas el visitante, lo que es sin duda otro aliciente.
Para los aficionados a la música, sobre todo en la época del Festival Internacional, hay que añadir la bella casa de estilo suizo que se hizo construir Edvard Grieg en Troldhaugen en 1884, al que se han agregado un museo que documenta su vida y su obra y una sala para conciertos de música de cámara.
Perfectamente integrada en el paisaje gracias a un tejado cubierto de hierba, la sala, para doscientas personas, tiene espaciosas ventanas en la parte del escenario que permiten ver, mientras se escucha un concierto, la cabaña donde Grieg componía y, al fondo, las aguas rizadas del lago de Nordasvannet. EFE jr/car
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