Oleada de percebes bajo la Torre

Iba un año sin ponerse el neopreno, sin oler el salitre de cerca, sin arriesgar las extremidades (o la vida) entre las rocas. Iba un año sin ganar un euro de los percebes, a los que se les concedió un indulto temporal, una prórroga, un barbecho. Pero ayer se levantó la veda y los miembros de la Agrupación del Percebe de la Cofradía de A Coruña regresaron a los pies de la torre.

Bajo el faro se personaron, pasadas las siete de la mañana, un grupo de percebeiros que consiguieron arrancar cada uno los siete kilos legales. La Torre fue fructífera, pero no así el resto del litoral. «La zona de Mera y A Coitelada están completamente esquilmadas por los furtivos», señala Joaquín Sanmiguel, uno de los más hábiles y valientes entre las olas. «Como nosotros vigilamos la Torre todo el año ahora vemos la recompensa y está bastante bien de percebes», añade Sanmiguel quien, pese a tantos meses lejos de las rocas, no ha perdido la destreza en el mar. Tampoco acusa el día especialmente frío. «Más fría está siempre el agua», dice.

Calculan que serán unas ocho jornadas a los pies de la Torre antes de final de año. «A lo mejor en enero cerramos otra vez, dependerá de lo que se decida en la asamblea porque aunque hoy (por ayer) hayamos pillado una buena cantidad, no creemos que haya percebe para mucho tiempo», explica Sanmiguel, que especula con la posibilidad de otra veda tras las fechas navideñas, que se podría levantar de nuevo en Semana Santa.

Las ayudas recibidas con motivo del puerto exterior son las que les han permitido conceder el año sabático a los percebes.

Ayer fueron dos horas entre el agua y las rocas. La bajamar y la luz no formaron un buen equipo. Llegaron cuando ya empezaba a subir la marea, una situación poco idónea. «Lo normal es cogerla bajando y marcharnos cuando empiece a subir, por eso hoy no trabajamos tan a gusto», señalan. En algún momento de la jornada se ve a Joaquín nadando en medio del mar a merced de las olas y sin ningún tipo de cuerda. «El mar ya me llevó muchas veces, pero siempre me devuelve», sentencia Sanmiguel.