"India parece un mundo en sí mismo. Es intrigante e increíble. Unas pizcas de este país son suficientes como para sentir sus aromas e intensidades pero seguramente hagan falta varias vidas para conocerlo del todo."
“Mañana tenemos que salir muy temprano para Delhi porque nos pueden agarrar los festejos de Holi en la ruta.” advirtió en perfecto español Gurmeet Taneja. El anuncio del guía parecía exagerado pero a poco de andar constatamos nuevamente que no por nada era nuestro “gurú”. Es que así apodábamos a nuestro guía: simplemente “gurú”. El mismo nos lo sugirió para facilitarnos la pronunciación pero sin duda también con picardía como para lograr cierto halo de “maestro”, algo que no venía nada mal para una persona que oficia de interlocutor entre dos mundos: el de la India y el de un grupo de argentinos que pretendíamos digerir semejante cultura en tan solo 18 días.
Así dejamos atrás Agra, la famosa ciudad que alberga al monumental Taj Mahal, seguramente una de las obras más majestuosas de la India y el símbolo inequívoco de cualquier postal clásica de ese país. Tomamos la ruta que nos conducía a Delhi muy tempranito, serían las seis de la mañana, algo que generaba cierto ruido entre algunos compañeros de viaje que hubieran optado por salir más tarde con tal de no perderse un copioso desayuno al mejor estilo occidental de un hotel cinco estrellas. Pero la opinión de Gurú se imponía así que salimos rumbo a Delhi, ya para emprender el último tramo del viaje.
Hasta el momento sobre Holi solo sabíamos que era “la fiesta de colores” y eso se evidenciaba en cuanto programa de TV uno enganchaba en los hoteles o bien en la calle, donde desde hacía unos días aparecía gente con la cara pintada. Así empezamos a tomar contacto con esta festividad única que tiene en vilo a toda la India.
El día antes de salir para Delhi algunos del grupo vivimos en carne propia esto de “la pintada”. Desde una camioneta nos tiraron “colores” que nos embadurnaron lo suficiente como para largar al unísono la queja y la risa. Por suerte, la cosa no dio para el enchastre y lo celebramos. Se trata de polvos de colores, de tonalidades bien estridentes, que la gente se arroja entre sí. Y esa es la clave, no se trata de “autopintarse”, son los otros quienes nos pintan. Todo “pinta” bien si solo se usan los polvos coloridos pero si se mezclan esos tintes con líquidos la cosa se pone un poco espesa. Como todo en la India, no resulta fácil la comparación o la equiparación. Pero lo más parecido y conocido para nuestra cultura sería el carnaval, aunque también tiene algo de los festejos de San Juan, ya que en la noche previa se arman grandes muñecos que son quemados para desear buenos augurios.
Pero para no seguir abundando en la ignorancia y aprovechando el madrugón, me senté al lado de Gurú y le empecé a preguntar por esta festividad. Conste que a esta altura, en el medio de la ruta, y siendo no más de las 8 de la mañana, nos habíamos topado con una multitud congregada en la puerta de un Templo que ya estaba “en la previa de Holi”. Una hora más tarde tal vez hubiera sido imposible transitar por ahí, la multitud ya estaba sobre la ruta y el solo hecho de ser miles ponía en jaque la libertad tránsito.
“¿Qué es Holi?”, le pregunté a Gurú, y de ahí en más sobrevinieron ciertas apreciaciones que me permito compartir. “Esta fiesta ya estaba en la mitología desde hace dos o tres mil años. No hay ningún dato concreto de cuando empezó pero lo importante es que la gente se mezclaba con otros olvidando todas las diferencias, ya sean económicas, de status, de oficios o lo que fuera. Tiene un sentido de igualdad e integración. Históricamente los reyes se reunían con el pueblo en los patios de la audiencia pública y se hacían donaciones y celebraciones conjuntas."
“¿Siempre tuvo que ver con colores y con lo religioso?” seguí indagando. “Es para dar igualdad, el mundo es igual que los colores, no hay diferencias entre unos y otros por debajo de los colores. Originalmente eran colores naturales de tomate, berenjena u otros frutos. Básicamente es una fiesta hindú pero como es una fiesta integradora se suma todo el país."
“¿Es normal que haya descontrol?” continué preguntando. “El ser humano busca lo mejor y lo peor así que puede pasar que además de colores alguno tire agua sucia o hasta basura. Pero eso es porque a lo mejor alguna gente se emborracha y empieza lo malo..."
“¿Y lo de las fogatas?” seguí curioseando. “Hay un mito que dice que esta fiesta también se conecta con lo malo y lo bueno. El fuego quema los demonios y los dioses se salvan. Es una manera de ver cómo el fuego actúa contra lo malo."
“¿Es una celebración espiritual?” Gurú me respondió de modo contundente: “En India cualquier cosa es espiritual, son fiestas en las que juega todo el país, pero cada día es una fiesta, estar vivo es una fiesta. “
Así, matizando el viaje con la charla sobre esta fiesta, que también es reconocida por ser el anticipo de la primavera, seguimos camino a Delhi y el ambiente festivo se notaba en la calle. Claro que como muchas cosas que uno puede decir sobre la India, una cosa es decirlo o verlo en fotos y otra es verlo en vivo y en directo, las dos dimensiones y las palabras se quedan cortas para describir fielmente “la atmósfera”. La distancia cultural se hace tan evidente y es tan fuerte que ver a la gente pintándose unos a otros generaba cierto temor. O más bien generaba cierta distancia, era algo para ver desde afuera, resultaba difícil integrarse. A lo sumo, era cuestión de transitar y someterse a ligar algunos coloretes, pero no daba para mucho más.
Al rememorar qué sentí con Holi percibí que era como una metáfora de la sensación que uno puede tener al transitar por India. Visualizar la India es como observar una acumulación de capas geológicas donde todo queda a la vista. Nada tapa a nada, todo se suma y todo se revitaliza bajo el formato indio. La raíz hindú está atravesada por la presencia musulmana, condimentada con una buena dosis de occidentalización, fundamentalmente inglesa, aunque con suficientes dosis de cultura estadounidense como para producir fenómenos como los de Bangalore (a imagen y semejanza de Silicon Valley) o el de Bollywood (la réplica india de la meca del cine norteamericano).
Ellos toman de occidente lo que les viene bien y convengamos que nosotros tomamos de ellos lo que también nos conviene. No por casualidad Dolores Barreiro le puso Holi a su flamante negocio de venta de ropa. No por casualidad aquí se venera el yoga y todo lo que viene de la India hace furor. Pero convengamos que recibir la “ración en crudo” de la India es otra cosa diferente a lo que uno consume aquí en formato occidentalizado. Y algo equivalente sucede en la India con lo que absorben desde el otro lado del mundo, ellos también le dan la vuelta para digerirlo según su propia idiosincrasia.
Así es India, parece un mundo en sí mismo. Es intrigante e increíble. Unas pizcas de la India son suficientes como para sentir sus aromas e intensidades pero seguramente distan del “todo”. Tal vez hacen falta varias vidas para conocerla. Y no por nada cuando le pregunté a nuestro “gurú” sobre cuánto habíamos conocido de la India, él me respondió: “Lo que has podido conocer por el momento es suficiente. Para conocer al país te hacen falta como dos encarnaciones…”
* La autora es periodista y socióloga, editora de www.sitemarca.com
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