La economía sumergida tiene gran tradición en españa, pero la crisis actual empuja a los más débiles a trabajar en negro. Si las cosas no mejoran cuando se acaben las prestaciones del paro, la situación puede ser explosiva.María es una inmigrante hispanoamericana. Su ocupación actual es cuidar de Julia , una española de 79 años que debido a una enfermedad circulatoria necesita una silla de ruedas. Todos los días la cuida y la saca a pasear un rato mientras la única hija que vive con ella va a trabajar. El marido de la inmigrante, de nombre Marco , ocupa casi todo el día en trabajos de albañilería realizando reformas en viviendas. Pero María no las tiene todas consigo: “No sé qué nos va pasar si mi esposo pierde el trabajo –le confiesa a la señora a la que cuida-, porque no tiene seguro de ningún tipo. Cuando llegamos acá estuvo trabajando en la construcción, pero no el tiempo suficiente para que le subsidien. Cuando se quedó sin empleo comenzó en uno sin seguro, porque todavía no queremos volver a nuestro país”. El caso de María y Marco , que comparten piso con otro matrimonio en la periferia de Madrid, no es el único de estas características ni seguramente el más dramático, porque según confiesa ella mientras se cobija del sol con la señora a la que cuida, su esposo gana todos los meses unos 1.200 euros con su trabajo, lo que les da para enviar dinero a su país, pagar el alquiler compartido y vivir con una cierta dignidad si se le suma lo que le pagan a ella -“también sin seguro de ninguna clase”, comenta- el último día de cada mes. Lo que sí revela esta situación es cómo el flujo de trabajadores, muchos de ellos inmigrantes, que entró en masa en el sector de la construcción al albur del boom inmobiliario, comienza a engrosar peligrosamente la economía sumergida como forma de subsistencia. Las cifras, además, hablan por sí solas. Al terminar el primer trimestre de 2008, fecha a partir de la cual comenzó a reconocerse poco a poco que las cosas iban de mal en peor, había en España 20,4 millones de personas ocupadas, según la Encuesta de Población Activa (EPA) realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Para la obtención de los datos, el INE únicamente pregunta a los encuestados si han realizado algún trabajo remunerado en las últimas semanas. Sobre la legalidad o no del mismo deben preocuparse otros organismos. En aquella misma fecha, la Seguridad Social tenía registrados con alta laboral a 19,2 millones de trabajadores, incluidos los de por cuenta ajena, los autónomos y los de regímenes especiales. Es decir, que al terminar el primer trimestre de 2008 había 1,2 millones de personas que trabajaban en negro. La crisis arrecia ¿Qué pasa ahora, cuando la crisis arrecia? Pues aunque pueda parecer mentira, las grandes cifras son muy similares, pero detrás esconden importantes matices. Al finalizar el primer trimestre de 2009 había 19,1 millones de personas ocupadas según la EPA. La Seguridad Social tenía registradas con alta laboral a 17,9 millones de trabajadores. La conclusión es prácticamente igual que la de hace un año. A 31 de marzo último había 1,2 millones de personas en España trabajando en negro. Visto así, podría parecer que lo del aumento de la economía sumergida es un mito. Pero nada más lejos de la realidad. Los datos más detallados sacan a la luz una realidad que da luz a la foto de María y Marco . La caída del número de trabajadores con alta en la Seguridad Social ha sido prácticamente la misma que la del número de personas que se declaran ocupadas en la EPA, pero hay una diferencia importante en el colectivo de extranjeros residentes en España. Entre este grupo de habitantes el número de ocupados ha pasado de 2,94 a 2,66 millones de personas, mientras que en las oficinas de la Tesorería General de la Seguridad Social los extranjeros con alta laboral han pasado de 2,07 a 1,86 millones de cotizantes, es decir que en marzo de 2008 había 593.342 extranjeros, ahora no tienen ese problema y dan a elegir a sus trabajadores, en muchos casos inmigrantes, entre irse a la calle o dejar de cotizar. Situación explosiva La situación, sin embargo, puede volverse explosiva. Este es uno de los motivos por los que el Gobierno ha cedido ante los sindicatos en la negociación del pacto social. “Lo importante –señalan las fuentes consultadas- no es que el coste sea uno u otro, lo realmente decisivo es que el Ejecutivo sabe que si el subsidio de paro se les termina a los españoles que aún están en la economía legal, pasarán a la negra o a cosas peores”. Por ello se va a ampliar el plan de empleo de los ayuntamientos cuando se acabe el que está en marcha y por ello se va a ampliar el período de subsidio con una paga mensual adicional seguramente durante un año a partir de que el ex trabajador deje de percibir lo que le corresponde por el tiempo cotizado. El Gobierno no quiere que el problema se le vaya de las manos y toda la negociación y los planes de fomento de empleo, así como las prestaciones que está dispuesto a mantener en el tiempo, están enfocadas a lograr que la economía española llegue al inicio de la recuperación sin haber sucumbido al dominio de la actividad sumergida, porque esa es una espiral que tarda mucho tiempo en romperse. En España, según diversos estudios realizados en los últimos tres años por la OCDE, la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y hasta por los técnicos de Hacienda el peso de la economía sumergida se sitúa entre el 20% y el 23% del Producto Interior Bruto (PIB), lo cual quiere decir que casi la cuarta parte de la riqueza que se crea proviene de actividades que no pagan impuestos ni contribuyen al sistema de la Seguridad Social. Otro de los indicadores de que la economía sumergida está en pleno apogeo es el de los billetes de 500 euros en circulación. Según datos del Banco de España, el dinero en efectivo que conservan los españoles ha pasado de 83.144 millones de euros a 31 de diciembre de 2008 a 79.331 millones de euros a 31 de mayo de 2009. Una caída en los cinco primeros meses de 2009, cuando la crisis se ha acentuado, pues, de casi 4.000 millones de euros, que los españoles han utilizado para seguir su ritmo de vida sin tocar las cuentas del banco, por si acaso. Entre esas dos mismas fechas, los billetes de 500 euros en circulación pasaron de 56.243 millones de euros a 55.270 millones, lo que significa que sólo la cuarta parte del dinero que ha salido a la luz era de este tipo de billetes. La parte mollar de este descenso del efectivo se lo han llevado los billetes de 50 y de 20 euros, que no son los que alimentan precisamente las transacciones en dinero negro. Según aseguran los técnicos de Hacienda, todos estos datos juntos piden a gritos una política más agresiva contra el fraude fiscal que, de acuerdo con los datos que maneja este colectivo, si se hiciera de forma más concienzuda podría aportar unos 2.000 millones de euros de recaudación mensual adicional para las arcas del Estado. María y Marco seguirían igual o parecido, pero habría menos dinero negro.
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