Pier Luigi Pizzi: ´La belleza me consuela del horror que nos rodea´

Es un esteta. Va conjuntado de pies a cabeza y hasta se diría que viste los colores de una de sus escenografías. Se dirigen a él como 'maestro'. Pier Luigi Pizzi (Milán, 1930) es uno de los grandes directores de escena. Después de trabajar en los principales teatros y de hacer innumerables óperas clásicas, Pizzi dice que ahora prefiere la ópera contemporánea, que habla con lenguaje de hoy


ISABEL BUGALLAL | A CORUÑA -Acaba de montar Don Giovanni, de Mozart, en A Coruña y L' Incoronazione di Poppea, de Monteverdi, en el Teatro Real.

-Monteverdi es el origen de la ópera y el tope de la imaginación, la calidad y el estilo. Es muy difícil ser mejor, es de una modernidad absoluta. Don Giovanni es la obra con la que debuté en 1977 como director de escena, y me gusta volver a ella, es una obra abierta, puede interpretarse de mil formas. Es la obra que todos quisiéramos hacer.

-¿Don Juan está vigente?

-Sí, conozco a muchos. Es muy actual. Mire cuántos hombres -y mujeres- que, aunque estén casados, van buscando sueños imposibles y hasta se acuestan con transexuales seguramente para buscar algo distinto. Esto no es amor, es juego, un juego de sexo, de erotismo. No es un hombre feliz, un hombre feliz no busca otras ocasiones.

-Usted es arquitecto.

-Sí, y creo que se nota en mi trabajo como director de escena y como escenógrafo. Todo tiene una lógica y obedece a unas leyes. Yo hago un trabajo muy lógico, producto de verlo todo bajo el prisma de la arquitectura.

-¿Llegó a ejercer la profesión?

-Nunca, a mi me interesa lo efímero, no lo hecho para permanecer. Lo efímero me encanta.

-Hizo grandes montajes y se ha vuelto muy sobrio. ¿"Menos es más", también en el escenario?

-Trabajo desde hace años y años y pasé por todas las etapas. Cuando uno comienza, quiere hacer maravillas -épater le bourgeois- pero en seguida se da cuenta de que esa no es la manera. Me he pasado toda la vida quitando, quitando, quitando. Hay que quitar lo que es accesorio para quedarse con lo sustancial

-Montó mucho Rossini.

-Sí, mucho Rossini, pero también hice un poco de todo: muchísimo Rossini, muchísimo Verdi, muchísimo melodrama italiano y francés... Hice mucho teatro barroco y ahora lo que más me gusta es hacer ópera contemporánea porque habla con lenguaje de hoy, y también es una manera de probar que la ópera existe y tiene futuro, si no estaríamos siempre reponiendo las mismas obras y buscando diferentes maneras de tratar los mismos temas. La ópera contemporánea, en cambio, nos habla de cosas de hoy. Acabo de hacer en Italia una obra de Thomas Adès muy divertida, aunque en el fondo muy dramática, en la que todos podemos reconocernos, mientras que con el melodrama es imposible, son problemas de hace milenios.

-Además, le permite trabajar con los autores.

-Sí, invito a compositores contemporáneos a mi festival (dirige el festival de ópera Sferisterio, de Macerata) y es interesante que puedan ver su obra sobre el escenario e, incluso, intervenir; es mucho más vivo. A veces tengo la impresión de estar en un museo donde todo está bajo una colcha llena de polvo.

-Empezó en el Teatro Piccolo de Milán con Strehler.

-Hice el aprendizaje pero nunca llegué a trabajar con él. Yo era muy joven, estudiaba arquitectura y quería hacer teatro, y sólo me interesaba el de Strehler. Hizo una audición para figurantes y yo me presenté, fui elegido y pude ver cómo trabajaba. Para mi fue una gran escuela. Lo conocí y empezamos a trabajar de una manera teórica. Él quería que debutase en el teatro, pero yo era muy impaciente, tenía veinte años, y, como esa invitación no llegaba y me ofrecieron un espectáculo, acepté. Él se enfadó, lo consideró una traición.

-Trabajó también en cine.

-Sí, hice mucho cine como escenógrafo y responsable de vestuario, con De Sicca, Fellini, Scola, Mancini, René Clément... Trabajé mucho en cine, sobre todo al principio, pero luego lo dejé porque me resultaba muy aburrido. Gané bastante dinero y me pude comprar un apartamento en Roma, y después preferí hacer teatro, es más directo. Como escenógrafo debí hacer unos 500 espectáculos y unos 300 en cine.

-¿Vive en Roma?

-Viví en Roma los primeros años de mi carrera, luego viví veinticinco años en París y desde hace diez vivo en Venezia.

-Entre decorados.

-Ah, sí, vivo en un pequeño palacio sobre el agua. Me encanta, es un lugar maravilloso, con un silencio perfecto para pensar y trabajar. Es una elección, no soy veneciano; trabajé mucho allí y la conocía bien.

-¿Cómo ve Italia?

-¡Un horror! Estamos en un momento muy difícil. Sigue siendo un país maravilloso -no es la belleza lo que falta- pero hay problemas enormes. Es un momento de gran confusión en el mundo.

-¿Los italianos se merecen a Berlusconi?

-No sé, pero lo han elegido, no es casual. Es culpa suya, ¿por qué lo han elegido? Porque la izquierda ha sido un desastre, se han pasado todo el tiempo peleándose entre ellos sin pensar en el país, en la cultura, en los demás. ¡Un escándalo! ¡Una vergüenza!

-¿Y la corrupción?

-La corrupción está en la derecha y en la izquierda, todos roban alegremente. El que roba menos es Berlusconi porque no lo necesita, es uno de los hombres más ricos del mundo. Es un horror. Todos los políticos, en todo el mundo, roban y seguro que en la Roma antigua los emperadores también robaban, pero hacían monumentos que siguen mostrando el poder. ¿Y qué hacen éstos? Horrores. Todo es feo y mezquino alrededor. Los políticos no van al teatro. Podrían solucionar nuestros problemas, pero no los conocen, no les importa nada. ¿Quiénes son los artistas? Un grupo de locos, de extravagantes...

-¿Por eso persigue la belleza?

-Yo sigo en busca de la belleza, me consuela. Tengo mi colección de pintura del siglo XVII en Venecia y hago mi trabajo, y lo seguiré haciendo mientras haya un teatro y yo esté vivo. Pero esto es una solución para mi; desgraciadamente; no es para todos. ¡Pobres jóvenes, qué triste mundo les espera!