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Reflexiones sobre la huella del colonialismo en la personalidad del haitiano y la práctica del vodú

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Haití significa “tierra montañosa” en arahuaco… y las montañas cubren el 80 % del territorio nacional. Veinte por ciento de Haití se encuentra a una altura que va desde el nivel del mar hasta los 180 m, y el 40 % está en una elevación sobre los 450m del nivel mar. Pequeñas planicies entre las montañas constituyen 20% de la masa territorial. Cinco cadenas montañosas principales corren de este a oeste y se comparten con la República Dominicana.


El pico más alto de Haití es el Morne la Selle, en el Massif de la Selle, el cual se extiende hacia el oeste hacia el Massif de la Hotte. Las rocas sedimentarias, calizas, magmáticas y plutónicas que forman la más bien compleja geología del país, junto con las cordilleras, ríos, y tierras de cultivo, le dan al país un terreno variado: desde lujuriantes bosques tropicales hasta regiones semiáridas donde prosperan los cactos. (Bellegarde- Smith: 2004: 19).

La superficie de Haití es de 27 749 km². Esta república comparte la isla de La Española con la República Dominicana al este, que tiene un territorio casi dos veces superior al de Haití. Una frontera de 310 km separa las dos naciones en un eje norte- sur que pasa por cordilleras montañosas y ríos que corren en dirección este- oeste. (Bellegarde- Smith: 2004: 20).

La población haitiana en su gran mayoría es de la raza negra. En esta condición influyeron factores históricos, socioeconómicos y culturales que definieron su identidad etnocultural actual. El primero de ellos está íntimamente relacionado con el desarrollo de la trata negrera en África.

Moreau de Sant Mery, basándose en una Memoria Oficial de 1785, señala los países y las regiones africanas que abastecieron de esclavos a Saint- Domingue y, en general, todas las colonias europeas del Caribe. Estas regiones se extendían desde la desembocadura del Senegal hasta el cabo de Buena Esperanza: Senegal, Costa de Oro, Costa de Marfil, Costa de los Esclavos, y Angola. Eran senegaleses. Ouolofs, bambaras, mandingas, quiambas, fulas, aradas, dahomeyanos, ybos, ashantis, fous y congos. “En 1681, había 2 000 esclavos negros en la colonia… y a medida que el siglo XVIII avanza las cifras son más crecidas, Los siguientes datos aportados por Luciano Franco (2004, 111) ejemplifican la anterior afirmación: En 1753, 5 250 negros son introducidos en la isla, en 1764, 10 000; en 1765, 10 001 y en 1787, son introducidos más de 40 000.

La trata negrera desarrollada por las potencias colonialistas europeas en los siglos XVI- XIX constituye un capítulo vergonzoso en la historia de la humanidad, pero esta responde a factores interconectados con el desarrollo de las relaciones de producción capitalista en Francia. La condición fundamental de este desarrollo era la creación de un sistema de plantaciones esclavistas que se dedicaban al cultivo de producciones eminentemente agropecuarias: café, azúcar, añil, algodón, cacao y cueros para la exportación y de banano, yuca, maíz, patata, ñame y millo para la alimentación de la colonia. Teniendo en cuenta el presupuesto de la colonia, los “ingresos ascendían a 21 597 180 libras. Los gastos a 3 347 550 libras, a los que es necesario agregar el reembolso de las deudas, o sea, 4 500 000 libras”.

Estas cifras demuestran que la inversión de la metrópoli en la colonia era considerablemente menor que lo que esta le aportaba al desarrollo económico capitalista.

El café y el azúcar no son oriundos del Caribe, pero estos cultivos ayudan a definir muchos aspectos significativos de la sociedad haitiana. Originalmente la cosecha de estos productos no alimenticios se debió a decisiones hechas en un país (Francia) e impuestas a otro (Haití). Hacer el café y el azúcar los renglones más importantes de la agricultura haitiana afectó profundamente el curso del desarrollo, pues provocó, entre otras cosas, la persistente relevancia de estas cosechas en la economía, la supremacía cada vez mayor de las ciudades portuarias regionales, el temprano surgimiento de la plantación como la unidad primaria de la organización social y la dependencia de uno o pocos socios comerciales. Las consecuencias de las políticas coloniales y del sistema económico plantacional continúan afectando los recursos humanos y naturales de Haití hasta el día de hoy. (Bellegarde Smith: 2004, 21).

El sistema económico plantacional se sustentaba en la explotación de la mano de obra esclava de origen africano. Los mismos procedían de estados relativamente bien organizados, sucesores de los grandes imperios africanos de Mali, Songhay, Borne- Karnem, Ghana y Kongo.

“Devenido propiedad de su comprador, tan pronto terminaba la operación de venta _nos dice Vaissiére_ el esclavo es marcado con un hierro candente sobre los dos lados del echo, con las iniciales o la manera particular de su nuevo amo”. (Luciano: 2004, 121).

El acto de marcar con hierro un negro esclavo demostraba que este era considerado por los colonialistas como una bestia; y esta condición marcaba su destino futuro. El horripilante panorama de una plantación, centro económico a través del cual la burguesía francesa alcanzó su poderío económico, era el contexto “ideal” para formar una personalidad incapaz de alcanzar su verdadera condición humana.

Para llevar a esos millares de hombres y mujeres al estado de pasividad y docilidad requerido, se precisaba la aplicación de un régimen de terror y brutalidad calculado. (Luciano: 2004, 124).

“[…] no había refinamientos que el miedo o una imaginación depravada no inventasen y fuesen empleados para destruir el espíritu del esclavo: cepos, o sean, hierros en manos y pies, máscaras de hierro blanco destinadas a impedirles comerse las cañas de azúcar… se interrumpían los latigazos para aplicar al negro castigado un hierro candente en el cuello; y sobre la llaga sangrienta se le rociaba sal, pólvora, limón, cenizas. Las mutilaciones eran frecuentes… los amos les derramaban cera encendida sobre los brazos, cabeza y hombros, les vaciaba igualmente sobre la cabeza guarapo hirviendo, lo asaban vivos a fuego lento, los rellenaban de pólvora y los hacían explotar“. (Luciano: 2004, 125).

¿Qué efectos produjo el régimen esclavista en la personalidad del esclavo?

Si tenemos en cuenta que el hombre es resultado de la historia y producto de ella y la psiquis humana no es algo dado sino desarrollado a través de complejas interacciones, debemos asumir que el colonialismo francés en Haití, en tanto proceso esclavista influyó y determinó culturalmente en el desarrollo de la personalidad de los hombres, mujeres y niños esclavos. La carta de un colono a un ministro expresa: “La seguridad de los blancos exige que se tenga a los negros en la más profunda ignorancia. He llegado a creer firmemente que es necesario manejar a los negros como si fueran bestias”. (Luciano: 2004, 146).

Como se puede apreciar este fue el modelo educativo implantado por el colonialista a los esclavos y es evidente que la educación como proceso de evolución histórico cultural trasmite los conocimientos acumulados y culturalmente organizados y, a través de ella se entretejen los procesos de desarrollo social con los de desarrollo personal. La personalidad del haitiano es, pues, una combinación especial de los procesos internos de su desarrollo y de las condiciones externas que formaron parte del colonialismo francés en esta tierra. Es heredera también de la educación trasmitida por los antepasados de los esclavos que arribaron a estas tierras.

Desde el punto de vista psicológico, la esclavitud influyó en la personalidad del negro de dos formas diferentes: provocando, por una parte, la violencia del esclavo que fue altamente controlada y castigada, pero en la mayoría en la formación de una personalidad tímida, plena de miedo, con serias dificultades en su comunicación oral. Es fácil imaginar que este estado psicológico convirtió al esclavo en un hombre vulnerable a las críticas, capaz de cuestionar a sus compañeros de infortunios y cuestionarse así mismo si en un momento de lucidez era capaz de reclamar algunos de los derechos que le habían usurpado a la fuerza. Esto contribuyó a que la autoimagen del esclavo, primero, y del haitiano más tarde expresara de forma consciente o inconsciente rasgos de inferioridad y de menos capacidad en relación con e resto de los seres humanos. Esta condición se reflejó a partir de una personalidad de baja autoestima.

Teniendo en cuenta los argumentos anteriores, se puede afirmar que el colonialismo le infringió un daño económico a la nación haitiana y laceró el desarrollo de la personalidad del negro. El conjunto de regularidades que son inherentes a la personalidad del hombre haitiano se debe a que la educación y el desarrollo están vinculados desde el primer día de la vida del ser humano, mientras este forma parte de un contexto socio-cultural en el cual intervienen los “otros” (la familia y las instituciones sociales que reprimen y que sostienen), todas ellas interactúan con él para trasmitirle los “productos de la cultura” que son los conocimientos, hábitos, costumbres, valores, sentimientos, los tabúes, etc).

No obstante, en el contexto de la plantación esclavista se generaron entre los miembros de la familia y de la comunidad de esclavos, una serie de valores que, a todas luces, demuestran que en una cultura poco entendida, sí están implícitas virtudes que forman parte del llamado humanismo africano. Como expresión de este, entre los esclavos se desarrolló un sentimiento de solidaridad que constituye la fuente de la integración y mestizaje de las diversas culturas africanas. No es difícil comprender, además, que el trabajo esclavo constituye el antecedente inmediato de la filiación del negro haitiano a ganarse el sustento de su vida a través del trabajo. Este es su premisa fundamental y son rasgos que definieron en esta etapa y que en los diferentes momentos de su vida han tenido que demostrar esta esencia. Una evidencia de esta característica son, precisamente, los objetivos de las migraciones haitianas hacia Cuba como braceros de la industria azucarera en las primeras décadas del siglo XX.

Una especie de solidaridad entre los miembros de una comunidad que comparten un destino similar en el cual la vida en comunidad y para la comunidad es la característica fundamental. Los esclavos africanos aunque provenían de diversas culturas, comprendieron que entre ellos había un destino lleno de privaciones, maltratos y muerte y ante de desaparecer como hombres y como comunidad era preciso subsistir dominados. Estas culturas creían en el valor de la sabiduría del anciano, en el poder de la naturaleza, en el cuidado de los niños, aunque no vivieran con sus padres.

Las tradiciones orales africanas expresadas a través de sus cantos rituales, sus mitos y sus leyendas trasmiten esta verdad, pero al mismo tiempo son expresiones de un poder mágico que se concreta en religiones de carácter animista que en tierras de Haití se integraron para formar el vodú.

“Y aquellos esclavos hombres y mujeres, procedentes de zonas distintas de África en que cada tribu, cada zona cultural tenía sus ritos religiosos particulares, su idioma propio, tuvieron que crear en el suelo de Saint Domingue un lenguaje común, una fe y aspiraciones comunes para vivir y resistir colectivamente a tan amargo e implacable destino. El nuevo idioma fue el creole […] y surgió el vodú, fenómeno exclusivamente haitiano de sincretismo religioso. (Franco: 2010, 147).

Los análisis históricos del político haitiano Dantés Bellegarde han demostrado que los esclavos organizaron en muchas ocasiones comunidades de cimarrones que formaban guerras de guerrillas para acabar con la esclavitud, pero fue el vodú el instrumento más poderoso de resistencia del esclavo afro-haitiano. Bois Caimán es precisamente el acto ritual más significativo de la nación haitiana porque fue en este lugar donde, los esclavos y los cimarrones dirigidos por el esclavo jamaicano Boukman y la sacerdotisa Cécile Fátiman, juraron en medio de una ceremonia de vodú, expulsar de su tierra a todos los colonizadores europeos. Con ella se iniciaba la primera revolución independentista del hemisferio sur en.

La religión haitiana le devolvió la confianza a los esclavos, perdida por el excesivo trabajo en las plantaciones, los castigos y asesinatos de sus dueños. El vodú se convirtió más que en una religión en un movimiento político, que revolucionó de tal forma las luchas anticolonialistas que en 1793 Sonthonax se vio obligado a abolir la esclavitud y la verdadera independencia en 1804.

Las razones expuestas en el párrafo anterior constituyen los fundamentos que permiten reconocer la presencia de elementos del vodú en la bandera nacional de Haití. Las mitades azules y rojas de la bandera representan a Ogún, el espíritu vodú del fuego, la guerra y el cosmos; el emblema rojo y negro de la dictadura de Duvalier simboliza a Guedé, los espíritus vodú de la muerte.

Otros hechos sucedidos en el marco de la guerra como fue la invasión de Inglaterra y España a la nación haitiana, demuestran que las potencias colonialistas europeas tenían cifradas esperanzas en volver a colonizar a Haití, pero la decisión de liberarse sin la intervención de ninguna potencia extranjera fue la resolución del ejército independentista haitiano dirigido por sus líderes Toussain Loverture, Jean Dessalines, Henry Christopher y otros fue de no permitir que en esa tierra volvieran a dominar ninguna potencia extranjera. El odio al europeo que tal que alcanzaron límites insospechados en la forma de llevar la guerra bajo las prácticas de vodú.

La independencia de Haití como colonia de Francia trajo para este pueblo disímiles consecuencias: Una economía mono-productora y un subdesarrollo extremo, una deuda considerable con el gobierno francés, el rechazo de las potencias imperialistas a la nación y a su independencia, la intervención militar yanqui en sucesivas ocasiones, el miedo a una revolución de negros en Cuba, Estados Unidos y otras naciones y una nación con un alto grado de ignorancia, pero libre.

La libertad es una necesidad y un derecho del hombre. A partir de ella el esclavo haitiano recuperó su condición humana y comenzó a desarrollarse en un contexto con diferencias sociales evidentes entre mulatos y negros africanos y haitianos. Por eso la mayoría de estos últimos, teniendo en cuenta las condiciones geográficas y de país monoproductor, se internó en las montañas o en las zonas agrícolas para vivir de la agricultura.

Cuando José Martí atraviesa en 1895 algunas de las poblaciones y campos haitianos se encuentra con un panorama totalmente distinto desde el punto de vista social y psicológico.

“ […] acá, en la orilla negra, todo es mango enseguida, y guanábana y anón, y palma y plátano, y gente que va y viene: en un sombrío, con su montón de bestias, hablan al pie mismo del vado, haitianos y dominicanos: llegan bajando, en buenas monturas los de Ouanaminthe[…] sube envuelta en un lienzo que le ciñe el tronco redondo, una moza quincena[…] de la cabeza menuda y crespuda, le salen, por la nuca, dos moños: va cantando. “Bon jour, conmêre”, “Bon jour, compêre” […] (Martí: 1991, 196).

A partir de la descripción del Apóstol es fácil advertir un ambiente armónico muy alejado de la esclavitud antigua. En él se puede identificar la naturaleza de este espacio, los frutos originarios del trópico y, al mismo tiempo, la comunicación entre dominicanos y haitianos que viven en las cercanías de la frontera. Este era un intercambio lingüístico que se materializó, fundamentalmente, en el comercio de objetos de primera necesidad y alimentos, a través de las ceremonias de vodú y de gagá y del merengue dominicano.

La independencia había creado una comunidad de intereses, aunque en el seno de ella se desarrollaran conflictos interétnicos. Esta comunión la observó Martí en el diseño de los bateyes, contexto sociocultural del campesino latinoamericano y antillano para establecerse en grupos y facilitar la solución a los problemas materiales comunes entre ellos.

“Ya las casas no son de palma y yagua, leprosas y polvosas- dice Martí en el diario-; sino que es limpio el batey, lleno de árboles frutales, y con cerca buena, y las casas son de embarrado sin color, de pardo natural, grato a los ojos, con el techo de paja, ya negruzca de seca, y las puertas y ventanas de tabla cepillada, con fallebas sólidas,- o pintadas de amarillo, con borde ancho de blanco a las ventanas y puertas“. P. 196

El batey constituye, sobre todas las cosas, un espacio para el desarrollo de la familia. La comunicación interfamiliar e intrafamiliar aseguran el sostenimiento de los valores culturales de una etnia y, al mismo tiempo el desarrollo de la personalidad del individuo.

“Una madre me trae, al pie del caballo, su mulatito risueño, con camisolín de lino y cintas, el gorro rosado y los zapatos de estambre blanco y amarillo. Y los ojos me comen, y luego se echa a reír, mientras se lo acaricio y se lo beso“. (Martí: 1991, 197).

La familia cumple un aserie de funciones: biológica, reguladora, económica, de culturización y socialización. La manera particular en que se dan estas funciones en una sociedad determinada depende en gran medida del sistema socioeconómico. Así en una sociedad dada en cada momento histórico las funciones pueden aparecer en equilibrio o hipertrofiadas de aquellas funciones que, a nuestro juicio, son las más relevantes en este estudio.

Las funciones de culturización y socialización constituyen el vehículo trasmisor de pautas culturales a través de varias generaciones, pero a su vez facilita la modificación de las mismas. La socialización de los miembros es especialmente importante en el período del ciclo vital que transcurre desde la infancia hasta la etapa del adolescente y el adulto joven. Entre sus objetivos se encuentran: la protección y continuación de la crianza, la enseñanza del comportamiento e interacción con la sociedad, la adquisición de una identidad de género, la inculcación de valores sociales, éticos y morales, la conformación de una identidad personal, familiar y social. La mencionada familia es un contexto de culturización, socialización y desarrollo para los hijos y de realización para los adultos. Como agente de socialización, la familia aporta un sano crecimiento en las conductas básicas de comunicación, diálogo y simbolización.

“ […] seguimos hablando de su casa y de su mujer y de los tres hijos con que Dieu m´favorisé, y del bien que el hombre siente cuando da con almas amigas, que el extraño le parece cosa suya, y se le queda en el alma recio y hondo, como una raíz: -Quand vous parlez de chez un ami, vous parlez de chez Dieu. “p. 198.

La familia es la célula fundamental de la sociedad en la cual se revelan los valores humanos afines a una cultura determinada. Es inherente a la cultura haitiana el humanismo, la solidaridad intra e interfamiliar, la humildad, la nobleza, la laboriosidad, la honestidad y la honradez. Todos ellos son resultados de los procesos histórico- culturales experimentados por el pueblo haitiano. Este es, a su vez, el depositario natural de una cultura que es la síntesis del humanismo africano y el hegemonismo de las potencias capitalistas europeas y de Estados Unidos.

“Por entre un claro veo una casa, y llamo. Despacio asoma una abuela, y la moza luego con el niño en brazo, y luego un muchachón, con calzones apenas […] les pido un poco de agua, que el muchachón me trae. Y al ir a darle unas monedas, Non: argent non; petit livre, oui “. P. 201

Un análisis de los significados implícitos y explícitos de las palabras del Apóstol en las páginas de su diario, permiten identificar un conjunto de regularidades inherentes al proceso de descolonización. Algunas de las cuales tienen que ver con la eliminación de la plantación, con el fin de la esclavitud y todas las consecuencias negativas que engendró en la personalidad del haitiano. A través del texto martiano estamos asistiendo al renacer de una personalidad que está todavía sujeta a la etapa esclava pero que experimenta la libertad como una condición humana.

No obstante, la nación haitiana continuó siendo, después de la independencia el 1º de enero de 1804, una sociedad vulnerable económica, política y socialmente, hecho que la convirtió en la nación más saqueada del hemisferio sur. Obviamente, como en las etapas anteriores, el factor histórico- cultural es la premisa del desarrollo de la personalidad del inmigrante haitiano que llegó a Cuba a partir de la segunda década del siglo XX. La sociedad cubana en este período estaba visiblemente delimitada entre ricos y pobres. El haitiano formaba parte de la clase social más empobrecida y calumniada en nuestro país y obligatoriamente sólo los valores culturales trasmitidos de una generación a otra contribuyeron a que el haitiano sobreviviera en las difíciles condiciones sociales y económicas en las cuales se asentó y creó su familia. Por esta razón es preciso asumir las palabras del Maestro cuando expresaba:

“ […]sociedad autoritaria es por supuesto, aquella basada en el concepto, sincero o fingido, de la desigualdad humana, en la que se exige el cumplimiento de los deberes sociales a aquellos a quienes se niegan los derechos, en beneficio principal del poder y el placer de los que se los niegan: mero resto del estado bárbaro“.p. 204.

Más adelante señala José Martí:

“Es inútil, y generalmente dañino, el hombre que goza del bienestar del que no ha sido creador: es sostén de la injusticia, o tímido amigo de la razón, el hombre que en el uso inmerecido de una suma de comodidad y placer que no está en relación con su esfuerzo y servicio individuales, pierde el hábito de crear, y el respeto a los que crean“. P. 204.
El haitiano y su familia forman parte de la segunda clase, de los que crean, aún en las condiciones económicas más difíciles.

BIBLIOGRAFÍA
1. James, Joel, José Millet y Alexis Alarcón. (2007). El vodú en Cuba. Editorial Oriente. Santiago de Cuba.
2. Bellegarde- Smith. Patrick. (2004). Haití: La ciudadela vulnerada. Editorial Oriente. Santiago de Cuba.
3. D´Ans, Andrés Marcel. (2004). Haití, paisaje y societé. P 244- 246
4. Dessalines, Jean Jacques y otros. (2003). Proclamación de la independencia de Haití en Casa de las Américas No. 233. La Habana. P. 5- 7.
5. Luciano Franco, José. (2004). Historia de la Revolución de Haití. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.
6. Martí, José. (1991). Obras Completas. De Montecristi a Cabo Haitiano Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. P. 183- 213.
Por Julia Noris, Lamberto Estrada y Oscar Barzaga editorweb@radioangulo.icrt.cu

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