Fue el Papa Pío XII, quien, el año 1950 definió este Dogma, cuando proclamó de Fe Divina y Revelada que la Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en Cuerpo y Alma a los Cielos. Una señal apareció en el Cielo: Una Mujer resplandeciente como el sol, con la luna por pedestal. Estaba a punto de dar a luz y gritaba entre los espasmo del parto. Junto a ella, apareció también otra señal. Un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez diademas. El dragón estaba enfrente de la mujer, esperando a que diese a luz y dispuesto a tragarse al fruto de sus entrañas. Pero a Ella le fueron dadas alas y fue arrebatada de aquel lugar. Entonces el dragón humillado, se puso a hacer la guerra a los descendientes del Hijo de la Mujer. Con razón no quisiste Señor que conociese la corrupción del sepulcro la que concibió por Obra del Espíritu Santo y dio a luz a tu Hijo Unigénito. La glorificación de María es prototipo de la Gloria que un día se nos manifestará a todos puesto que nuestra Víctima Pascual ha sido inmolada. María, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo y Sagrario y Templo de la Santísima Trinidad, ha siso glorificada y ensalzada sobre todos los coros celestiales
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