Cada 40 segundos, una persona se suicida en algún punto del mundo. Al año se producen un millón de muertes, aproximadamente, de esta naturaleza. Si hablamos sólo de intentos, deberíamos multiplicar esa cifra por 20. Es común pensar que una persona decide quitarse la vida por estar sumida en una depresión, pero un estudio publicado en 'Public Library of Science' (PLoS) explica cómo otras enfermedades mentales también afectan a la hora de plantearse el fatal desenlace.
La investigación ha podido determinar que existen diferencias entre pacientes de países desarrollados y los que están en vías de ello. Las conclusiones revelan que la mitad de las personas que piensan en suicidarse sufre ansiedad, trastorno bipolar o TDAH, entre otras enfermedades, y esta relación sube hasta los dos tercios en el que caso de los que finalmente llevan a cabo esa voluntad.
El seguimiento de más de 100.000 personas pudo esclarecer que, en países desarrollados, la depresión es muy común entre quienes manifiestan ideas de suicidio, pero cuando se trata de pacientes que ejecutan esos planes, las enfermedades más frecuentes son la ansiedad y los trastornos de control de los impulsos. Cuando se producen intentos de suicidio, sin haber sido planeados previamente, las más habituales son el trastorno bipolar y de conducta.
En cambio, en las sociedades en vías de desarrollo, se descubrió que eran los trastornos de control de los impulsos y los derivados de la dependencia del alcohol o las drogas los más frecuentes en pacientes con ideas de suicidio. Sin embargo, al hablar de intentos por quitarse la vida, la ansiedad se manifestaba en un mayor grado.
El estudio ha sido desarrollado por 23 especialistas, liderados por Matthew K. Nock (Universidad de Harvard), con el objetivo de averiguar qué trastornos se presentan en individuos con conductas suicidas y si se puede hacer algo más para evitar una posible muerte cuando se diagnostica alguno de ellos. Uno de los investigadores es el director de la Fundación Sant Joan de Déu de Barcelona, Josep Maria Haro, quien ha realizado unas 5.500 entrevistas en España.
"El suicidio está presente en todo el mundo, aunque hemos podido comprobar cómo existen zonas geográficas donde se dan con una frecuencia mayor, como los países nórdicos o los del antiguo bloque del Este, en Eslovenia, por citar alguno de ellos", asegura el doctor Haro a elmundo.es.
Investigación a nivel mundial
Los autores realizaron un seguimiento en todos los continentes a individuos de 21 países distintos, como África (Nigeria, Sudáfrica), Asia (India, Japón, China), Oceanía (Nueva Zelanda), Europa (España, Bélgica, Italia, Alemania, Holanda, Francia, Rumanía, Bulgaria) o América (México, Colombia, Brasil), con la intención de encontrar vías para reducir el número de suicidios.
Una de las conclusiones que pudieron extraer es que la mitad de quienes intentan quitarse la vida sufren un trastorno mental que se puede diagnosticar. Además, el riesgo de que se produzca esta conducta es mayor en los casos donde se manifiestan conjuntamente varios de los trastornos. Algo que parece quedar claro es que cada trastorno mental puede asociarse a una fase distinta del proceso de suicidio, siendo fundamental el diagnóstico precoz de la enfermedad.
"Estas conclusiones proporcionan un entendimiento más depurado de la asociación que existe entre los trastornos mentales y el suicidio, pero es necesaria una futura investigación para determinar los mecanismos por los cuales la gente piensa en el suicidio y posteriormente pasa al intento", explican los autores.
La investigación ha podido determinar que existen diferencias entre pacientes de países desarrollados y los que están en vías de ello. Las conclusiones revelan que la mitad de las personas que piensan en suicidarse sufre ansiedad, trastorno bipolar o TDAH, entre otras enfermedades, y esta relación sube hasta los dos tercios en el que caso de los que finalmente llevan a cabo esa voluntad.
El seguimiento de más de 100.000 personas pudo esclarecer que, en países desarrollados, la depresión es muy común entre quienes manifiestan ideas de suicidio, pero cuando se trata de pacientes que ejecutan esos planes, las enfermedades más frecuentes son la ansiedad y los trastornos de control de los impulsos. Cuando se producen intentos de suicidio, sin haber sido planeados previamente, las más habituales son el trastorno bipolar y de conducta.
En cambio, en las sociedades en vías de desarrollo, se descubrió que eran los trastornos de control de los impulsos y los derivados de la dependencia del alcohol o las drogas los más frecuentes en pacientes con ideas de suicidio. Sin embargo, al hablar de intentos por quitarse la vida, la ansiedad se manifestaba en un mayor grado.
El estudio ha sido desarrollado por 23 especialistas, liderados por Matthew K. Nock (Universidad de Harvard), con el objetivo de averiguar qué trastornos se presentan en individuos con conductas suicidas y si se puede hacer algo más para evitar una posible muerte cuando se diagnostica alguno de ellos. Uno de los investigadores es el director de la Fundación Sant Joan de Déu de Barcelona, Josep Maria Haro, quien ha realizado unas 5.500 entrevistas en España.
"El suicidio está presente en todo el mundo, aunque hemos podido comprobar cómo existen zonas geográficas donde se dan con una frecuencia mayor, como los países nórdicos o los del antiguo bloque del Este, en Eslovenia, por citar alguno de ellos", asegura el doctor Haro a elmundo.es.
Investigación a nivel mundial
Los autores realizaron un seguimiento en todos los continentes a individuos de 21 países distintos, como África (Nigeria, Sudáfrica), Asia (India, Japón, China), Oceanía (Nueva Zelanda), Europa (España, Bélgica, Italia, Alemania, Holanda, Francia, Rumanía, Bulgaria) o América (México, Colombia, Brasil), con la intención de encontrar vías para reducir el número de suicidios.
Una de las conclusiones que pudieron extraer es que la mitad de quienes intentan quitarse la vida sufren un trastorno mental que se puede diagnosticar. Además, el riesgo de que se produzca esta conducta es mayor en los casos donde se manifiestan conjuntamente varios de los trastornos. Algo que parece quedar claro es que cada trastorno mental puede asociarse a una fase distinta del proceso de suicidio, siendo fundamental el diagnóstico precoz de la enfermedad.
"Estas conclusiones proporcionan un entendimiento más depurado de la asociación que existe entre los trastornos mentales y el suicidio, pero es necesaria una futura investigación para determinar los mecanismos por los cuales la gente piensa en el suicidio y posteriormente pasa al intento", explican los autores.
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