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Proteger el domingo es proteger al hombre

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Hoy leemos en el evangelio una de tantas disputas que Jesús mantuvo con los fariseos a propósito del descanso sabático. “Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: Mira tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado. Les replicó (...) El Hijo del Hombre es señor del sábado” (Mt. 12, 1-2, 8).
La interpretación que hacían los fariseos del descanso del sábado era muy estricta. Recordaban que la ley de Moisés prohibía muchas cosas en ese día (encender fuego, recoger leña, preparar alimentos...). Todo para preservar ese día dedicado en exclusiva a Dios, a la oración, a la lectura de la sagrada escritura y a la reunión en la sinagoga del pueblo judío. Todavía hoy he podido comprobar algunos de esos excesos en grupos judíos muy puritanos. En la habitación de un hotel de Israel me llamó la atención una tecla que tenía un símbolo religioso. Pregunté en recepción que era aquél interruptor. Me dijeron, que era para que en sábado las luces se encendiesen automáticamente y no hubiese que realizar ese trabajo de encender y apagar luces para no contravenir el descanso sabático.
Jesús se reveló contra estas interpretaciones tan rigoristas. Aceptando ser un día dedicado a Dios, que Él mismo cumplía, entiende que el sábado no hay que absolutizarlo.
Los cristianos, tenemos como día de descanso el domingo, el día de la resurrección, el día del Señor, el día de nuestra salvación. Un día precioso. Sin caer en los excesos que narra el evangelio del sábado judío, hemos de preservar este día, dedicándolo al reposo, a la celebración de la Eucaristía y la oración más prolongada, a la familia, al disfrute de la naturaleza y a las obras de amor para con tantos necesitados.
Nuestra sociedad de consumo, que tantas cosas devora, tiene la tentación de ir eliminando el domingo. No es ninguna exageración, lo compruebo en la ampliación progresiva de los horarios en días festivos de los centros comerciales, de ocio y de servicios. Esto, que a primera vista parece una conquista de la libertad humana, no lo es, se convierte en una esclavitud, poniendo el rendimiento, la producción, el beneficio por encima del propio hombre, de su familia y de Dios. Hemos de estar vigilantes para respetar este sagrado día, pues es como el alma del resto de los días. Ocasión maravillosa de encuentro con Dios y con los hombres.
Nada más amigos, de todo corazón les deseo buenos días.

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