Hay miedo a aceptar la belleza en el arte´

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Qué día se llamó artista por primera vez?"
–Tal vez en mi primera exposición individual, hace una década. Cuando digo que soy artista visual, sé que la pregunta siguiente será "¿y qué haces exactamente?".

–¿Y qué hace exactamente?
–Dibujo, fotografía, instalaciones, iluminación. Me apasiona la relación con el espacio.

–¿Dejaría que el público la tocara?
–En mis obras no estoy en cuerpo presente para que me manoseen, pero no lo descartaría. Me he filmado, porque el cuerpo es lo más inmediato, lo primero con lo que experimentas.

–¿Le molesta coincidir con los espectadores de sus obras?
–Al contrario, me aporta cosas positivas. Te preguntan y te sugieren, no me molesta explicar lo que hago. Creo en el diálogo, y el público es el sentido de la obra.

–¿Más duro sería tener que trabajar?
–Lo considero un trabajo. Cumplo un horario, soy disciplinada y llego a enfermar de cansancio, porque mi resistencia psíquica es superior a la física. No me gusta llegar al extremo en que el cuerpo se resiente.

–¿Prefiere amar o ser amada?
–Amar, y mejor si soy correspondida.

–¿Cuál es la mejor exposición que ha contemplado?
–La última, hace una semana en el Macba barcelonés. Es una antológica de Baldessari, Pura belleza. Su espíritu me transmite energía, fue capaz de destruir su obra y empezar de nuevo.

–Según el crítico del ´Washington Post´, "la pintura lleva cuarenta años muerta".
–Sigue vigente, ni siquiera ha muerto la pintura sobre lienzo. Mi pensamiento creativo es pictórico, salvo que yo no cierro el formato. Ahora trabajo sobre la levitación.
–¿El dinero es el mensaje?
–El mercado del arte se rige por el dinero, pero el artista puede cambiar el mercado, por lo que al final manda el artista.

–¿La repugnancia que inspiran ciertas obras también es artística?
–Sí, y me ha ocurrido. En Dulce antropofagia, hice una masa de 300 kilos de goma de mascar de fresa en el parque de atracciones de Montjuïc. La masa se fue derritiendo, al final había moscas y hormigas. La película que recoge el proyecto parece una endodoncia. A unos espectadores les parecía sensual, y a otros, repugnante. Yo me decantaba por lo primero.

–¿Hay demasiados artistas?
–Hay un exceso de producción artística, pero también opera una selección natural que limpia. Es de acción lenta, afecta a las personas que se desencantan durante el camino.

–Estudió en el Saint Martins londinense de Galliano y McQueen.
–Estuve becada un año. Me pareció un centro puntero, con una enseñanza muy bien estructurada, artistas visitantes y técnicos en materiales.

–¿Qué mal hay en que el arte sea decorativo?
–Ninguno. Abundan los prejuicios sobre la belleza, una prueba de que en el arte contemporáneo hay miedo a aceptarla. Se recurre con facilidad al término cursi, que se utiliza injustamente en sentido peyorativo. La forma ha de equilibrar el contenido.

–¿Qué artistas encarnan el equilibrio entre lo visual y las ideas subyacentes?
–Mario Merz, Miró, Rodchenko o el sintético Ferran García Sevilla.

–´No me hallo´, qué gran título.
–Fue una colectiva en Canarias, y no me define porque me hallo cada vez más. Presenté un trabajo con las huellas de animales inventados.

–¿El comprador de una de sus obras tiene derecho a destruirla?
–El autor conserva derechos sobre una obra que ha vendido. No me gustaría enterarme de que la han destruido.

–¿Los mallorquines son tontos por destruir su isla, como decía Miró?
–Hemos sido complacientes y nos hemos pasado de la raya. El carácter mallorquín deja hacer y no agarra el toro por los cuernos, después vienen las lamentaciones. Actuando a tiempo se hubieran evitado desgracias.

–¿Miró se reía de nosotros?
–Tenía sentido del humor, pero no se burlaba. Es un investigador contundente, que tenía muy claro adónde iba y las ventanas que abría con su obra.

–¿Es más fácil que un genio pase desapercibido o que un mediocre se consagre?
–Tristemente, es más fácil que un mediocre se consagre, de lo cual hay bastantes ejemplos. No daré ninguno, por educación.