«Esto es cosa de hombres, las mujeres no van al banco», cuenta Narayamma que le decía su marido. Esta mujer de 38 años es analfabeta, pero sus dos hijas ya leen y escriben. Ahora ella ya va al banco a ingresar el dinero que ha ganado. Y sin pedir permiso. Narayamma no depende de su marido.
Una búfala la ha convertido en una mujer independiente. Y se ha asegurado de que sus hijas no fueran casadas a los 11 años como ella. Este pequeño milagro, este regate al destino, tuvo su origen en un «shangam», una de las asociaciones de mujeres de la Fundación Vicente Ferrer (FVF).
Narayamma se enfrenta a una triple discriminación: es pobre, intocable -el estrato más bajo del sistema de castas hindú- y mujer. Es difícil ocupar una posición más marginal en la sociedad india. Consciente de esta situación la FVF lanzó en 1982 el programa de desarrollo de la mujer. Los «shangams» son su epicentro.
Estas asociaciones de mujeres tienen un doble objetivo: concienciar de los derechos y que ellas se independicen económicamente. A día de hoy en Anantapur, en el estado indio de Andhra Pradesh, existen 4.978 «shangams» con 67.136 mujeres.
La FVF puso pie en Konapuram, el pueblo de Narayamma, en 1995. Las 55 casas que ha levantado pertenecen a las mujeres. Así se eleva su estatus social. Y se evita que el marido la expulse. El colegio, también obra de la FVF, acoge la reunión mensual del «shangam» local, a la que asisten las 84 mujeres del pueblo. Algunos hombres curiosos se sientan al fondo. No tienen ni voz ni voto. Esto es cosa de mujeres. En la reunión se habla de problemas, se buscan soluciones. Si una mujer ha sido maltratada una comisión del «shangam» hablará con el marido.
Una bolsa de créditos
Cada «shangam» cuenta con un sistema de créditos sin intereses. Gracias a ellos, las mujeres adquieren búfalas o abren pequeños negocios. Nagalakashmi es una de las 35 mujeres que en estos momentos devuelve los 200 euros que cuesta una búfala. «Una parte de la leche del animal la utilizo para los niños y la mayor parte la vendo». Esta mujer de 35 años también producen incienso, tras un curso de formación de la FVF. «Antes tenía que pedir permiso a mi marido para salir. Ahora es al revés», bromea.
La independencia económica de la mujer crea un círculo virtuoso. En las épocas de sequías las familias emigran en busca de trabajo. Los hijos dejan la escuela. Sin embargo, una vez que la mujer puede mantenerse, solo el marido emigra y los niños permanecen en el colegio.
Pero la escolarización de niñas continúa siendo un reto, perpetuando la marginación de la mujer. «Los hijos varones son la herencia de la familia. Por eso las familias pobres no educan a las niñas», explica Drakshayani, coordinadora de la Escuela Puente de Bramhanapalli.
A sus 12 años Gowthami perdió un curso escolar. Su padre enfermó y la mayor de cuatro hermanos trabajó en el campo. Su hermana Divya de nueve años la acompañaba. Ahora estudian en una escuela puente para niñas que han abandonado los estudios. La Fundación cuenta con nueve escuelas de este tipo con más de mil niñas. Durante un año reciben formación en régimen de internado. Después se presentan a los exámenes del Gobierno. Casi todas recuperan los cursos perdidos. Divya abre los ojos y dice: «Yo seré ingeniera».
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