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Forges: "El periodista sentado es barato, en la calle, sin embargo, es caro"

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El Congreso Mundial de Periodismo acogió ayer la presentación de la obra 'La posguerra vista por una particular y su marido', un libro escrito por Pilar Garrido e ilustrado por el humorista gráfico
"Mira, tío, ¡Forges!". Al tipo de la bicicleta no le ha pasado desapercibida esa figura bien compuesta de pelo cano que pasea por la calle Ancha.
No se percata, por el contrario, del magnetismo que ejerce la mujer que el reputado humorista gráfico lleva del brazo. Todo un carácter cordobés que ha pasado prácticamente toda su vida en Madrid. Pilar Garrido, tan tierna como crítica. Tal dulce como implacable. La pareja, unida desde hace cuarenta y tantos años, pasea por Ancha de camino a la presentación del libro La posguerra vista por una particular y su marido, una obra escrita por la perspicaz autora e ilustrada por el maestro Forges. Una obra que centra la atención de la conversación que mantenemos una hora antes del acto y que, irremediablemente, comienza a virar por los derroteros periodísticos. No en vano, la presentación está enmarcada en el Congreso Mundial de Periodismo que estos días se celebra en Cádiz.

"El periodista sentado es barato, en la calle, sin embargo es caro", contestaba Forges a su esposa que se quejaba de la "escasez de buenos artículos de investigación" en los medios de comunicación. Pilar es una ferviente lectora de prensa, algo que atestigua su marido, y observa "poca imparcialidad y medias verdades". "También, Pilar, es que hay mucha gente que se autodenomina periodista pero es mentira. Y es que vosotros tenéis por delante tres follones muy gordos. La información en sí, lidiar con vuestras empresas y con esa ralea que hay metida dentro del gremio", explica Forges a quien su mujer calla "porque como siga os da una conferencia sobre el tema". Reímos todos. Hay un buen ambiente. La pareja destila algo familiar a su alrededor. Estamos cómodos.

"¿Volvamos a mi libro, ¿no?". Lleva razón la autora, a eso hemos venido. "Dicen que en él no hay odio ni amargura y que quizás tiene algo de nostalgia. Pero eso es lo que dicen. Yo no lo veo así. No volvería por nada del mundo a esa época. La nostalgia de mi libro es la que siente una persona mayor por la juventud, pero no por un tiempo", cuenta la escritora que ha querido narrar "lo que vivía la clase media española de posguerra", un tiempo "donde se estaba mal y faltaba de todo" pero "desde un punto de vista personal", el punto de vista de una particular, como titula la obra, "y de su marido", puntualiza.

¿Y qué opina el marido? "Pues que es un libro muy tierno, que no tiene rencor, ni ánimo de venganza y, sobre todo, es una historia triste pero contada con mucho humor". El humor. El humor de Pilar Garrido. Asunto que le crispa. "Me da mucho coraje la gente que me dice, se nota que se te ha pegado el sentido del humor de Antonio. ¡Qué va! Si yo soy graciosa desde pequeñita", protesta la escritora mientras Forges, prácticamente, se troncha.

"Es cierto, Pilar escribe con mucha ironía. Y lo hace muy bien. Es más creo que en nuestra vida le he dicho muchas veces más Pilar escribe que Pilar te quiero", cuenta el viñetista que opina que la gente que rompe su obra o que no la muestra al público realiza "un acto de incomprensión y de egoísmo sumo". Y lo dice porque Pilar un día hizo caso. Y Pilar escribió. "Pero, como buena Virgo, en cuanto veía que el papel tenía dos o tres tachones, lo rompía. Y volvía a empezar en otro y así no se avanza", relata la cordobesa que una noche de Reyes recibió un obsequio de parte de su marido. "Me compró un Mac y ya no tenía excusa".

Y empezó a poner en orden los recuerdos, para que no se perdieran. "Es un libro contra el alzheimer", asevera. Y desde su nacimiento, muy cercano al 39, hasta la legalización del Partido Comunista, en 1977, la autora deja nota de una España "gris" coloreada en sus recuerdos por "los barquillos de colorines que vendían en El Retiro", dulcificada por los juegos infantiles y el té de media tarde. También aparecen nítidos los domingos de misa, la visita de Carmencita Martínez-Bordiú a su escuela, los primeros bolígrafos, la cartilla de racionamiento... Todos pasados por el agradable y complicado tamiz del humor.

"¿Y cómo si no? La estupidez del franquismo es absolutamente inconcebible en estos tiempos. Y cuando veías todas esas tonterías que ocurrían a tu alrededor o bien te las tomabas a broma o te ibas a otro sitio", reza Forges que optó por el camino del ingenio "y del lenguaje secreto del eufemismo" para superarla. "Recuerdo una conferencia en Santiago, ya eran los setenta. Dije, al público, bueno ahora en esta parte de mi conferencia voy a abrir un turno de preguntas. Entonces saltó un delegado gubernativo, vestido con una gabardina en plan el inspector Clouseau y me dijo que estaba prohibido el coloquio. Bien, pues yo dije, pasemos a la segunda parte de mi conferencia titulada Mi experiencia en los coloquios, y empecé a hacerme preguntas que más o menos pensaba que la gente me quería preguntar, y a contestármelas".

Aún así, tanto Pilar como Antonio ven que en la sociedad actual sigue existiendo la estupidez. "Lo que pasa es que está más repartida", ríe Forges. "Antes los humoristas gráficos no teníamos competencia porque sólo había un mensaje, una consigna y todos íbamos contra ella. Ahora sólo hace falta poner la tele, la radio o salir a la calle y escuchas cada cosa..."

Humoristas gráficos. Volvemos a los caer en la discusión periodística. "¿No cree que actualmente tienen ustedes más prestigio y credibilidad que sus compañeros redactores del periódico?". "Efectivamente, y es una pena, pero es que los humoristas gráficos no están en tal tertulia, ni aparecen con tal político, ni van a no se qué...". "Y el periodismo escrito? ¿Morirá de pena ante la inmediatez de las nuevas tecnologías?". "Vamos a imaginar un mundo al revés. Finales del XVIII, todo el mundo tiene acceso a internet, ve las noticas en su ordenador. Pero se cae la red, se te acaba la batería, hay fallos de conexión. Y un buen día un señor dice que ha creado un invento perfecto con dos vertientes. Sólo hay que abrirlos y leer. Esta se llama libro, esta se llama periódico. Hubiera sido una revolución. Pero la historia no ha resultado así y nos tenemos que acostumbrar a que el oficio de informar ha cambiado de soporte. Lo que no se puede permitir es que los periodistas no tengan una formación irreprochable. Es vital para ejercer su profesión. ¿Crees que las facultades de periodismo están cumpliendo su misión?". La respuesta se queda flotando en el aire. Sonrisas.

Tamara García / Cádiz

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