«El arte es mucho más que algo estético o de consumo»

Abandonó a los diecisiete años su ambiente murciano, a la búsqueda de otro paisaje y por cuestiones de estudios. Fue cuando empezó a formarse como artista, porque luego marchó a Valencia, para estudiar Bellas Artes. Un salto enorme e importante fue su viaje a Canadá para formarse en el mundo de la pedagogía del arte. Desde hace nueve años Ángela Galindo vive dedicada exclusivamente a la pintura. Participó durante varios años en Murcia Joven y en el pabellón murciano en la Expo 92. Ha expuesto en París o Tokio, peros e sigue considerando afortunada siempre que puede exponer todo aquello que pinta.
La enseñanza le gustó «más que como un campo educativo, como exploración de una metodología que integrase el cuerpo. Es que, desde muy joven, me gustó mucho la danza contemporánea, el yoga, la voz poético-sonora. De hecho, siempre me ha interesado ese mundo corporal en sus diversas facetas. Cuando estudiaba en la facultad de Bellas Artes y llegó a la facultad Bartolomé Ferrando, un poeta visual muy importante en España, aproveche la ocasión de interesarme mucho por sus enseñanzas del arte de acción, de las performances. Me ha preocupado ese mundo interdisciplinar del cuerpo, la poesía, la voz. Luego, la imagen es para mí algo muy arraigado, porque siento una necesidad de crear, relacionándome con los materiales, pero de una manera muy profunda con la imagen, algo que nunca he cuestionado. Es como si mi realidad se tradujese en imágenes. Me he dejado llevar por esa atracción».
Sobre la dificultad interna que puede acarrear este tipo de cuestiones, a la hora de algo tan simple como la pintura, Ángeles responde que en su caso «hay una magia, un enganche o una experiencia, desde que yo era muy joven, con el mundo simbólico. Cuando en Canadá hice un máster sobre pedagogía del arte, una de las profesoras peguntó sobre nuestra primera experiencia estética. En mí surgió como un flash, porque me llegó, al momento, la imagen de mi madre regalándome una bufanda, cuando yo era una niña. Con ella construí una especie de cara, y decidí que era un rey moro. En el fondo, yo había abierto una relación en conciencia con ese rey». ¿Para qué vale todo esto? «Pues porque para mí fue algo que me impactó mucho, pese a que nunca podía pensar que esto tendría trascendencia en mi mundo del arte. Es cuando te das cuenta de que el arte es mucho más que algo estético o de consumo. Es algo que está arraigado en nuestra alma».
Ante la diversidad del modo de resolver sus obras, la pintora afirma que «pese a toda la diferencia que se pueda advertir en el trato de los diferentes cuadros, siempre hay una relación. En los rostros se encuentra la carga más existencial del ser humano: la soledad, el sentimiento; pero luego tengo ese lado filosófico que conecta mucho con la pintura de Rothko, de la abstracción. En mi pintura de este tipo hay un submundo más panteísta, en el que la realidad es pura energía y espacio, que permite entrar en estados anímicos gracias a esos colores y esas formas ,que son la herencia de la abstracción».
Reconoce que tiene una paleta emocional muy amplia, aunque, afirma, «nunca pierdo la carga expresionista. Cuido mucho expresar la emoción, pero, a la vez, hay una parte lírica, muy limpia, que busca la síntesis, incluso en lo expresionista». Para ella mezclar las formas de pintar es «algo complementario, dispuestas en una series muy elaboradas. A veces con restos de pintura y papel que me sobra, como tengo una fibra muy impulsiva, aflora mi facilidad instintiva, emocional. No podría vivir sin ella, porque la rapidez, la inmediatez me impulsa».
Otro de los pintores que más le impactado es Paul Klee, que «siempre ha tenido una veta experimental, pero también matemática, de proporción, de lo mágico, de lo lúdico». Y reconoce que a la hora de pintar «hay un paso por todo. Hay momentos de muchísimo placer en la creación, de juego, pero hay sufrimiento, como personas humanas que somos. El arte es lo que me permite integrar todo eso y transformarlo en vivencia».
PEDRO SOLER | MURCIA.